El espacio público negado a las mujeres

Sandra de los Santos

Las mujeres están invisibilizadas de la vida pública. Aún en pleno siglo XXI en el que creemos que hemos ganado terreno seguimos viendo este efecto Penélope, que mientras unas personas tejen para avanzar otras tantas deshacen lo armado con la misma celeridad y ganas con que las otras intentamos construir.
Una de las razones por la que las mujeres se alejan de la vida pública es por el escarnio que se nos hace cuando nos atrevemos a tomar un micrófono, buscar un puesto de representación popular, dirigir una comunidad o participar en un concurso (que no sea de belleza). Pareciera que el costo a pagar es la exhibición de la privacidad, la burla. A los ojos de este sistema patriarcal que una mujer sea condecorada se debe de poner en duda, forzosamente, es porque tuvo que ofrecer favores sexuales. Una quisiera pensar que esa forma de pensar ya fue superada o que en ciertos gremios no se da, pero no es así.
Jhovana Ivonne Ruiz Cruz es una médica chiapaneca del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que fue condecorada con el premio Miguel Hidalgo y Costilla en grado de collar por sus servicios prestados durante la pandemia. Junto a ella otros 57 trabajadores de la salud también fueron reconocidos y reconocidas.
Después de haber recibido el premio, se difundió mediante cadenas de mensajería, que de manera cuestionable algunas personas de los medios de comunicación retomaron en sus redes sociales, que la médica no merecía el premio, pero el «argumento» era que lo había obtenido mediante favores sexuales. Estas publicaciones se hicieron de manera anónima y con un lenguaje que rememoran más a un pasquín hecho por una persona con todos los prejuicios misóginos que puedan existir.
No conozco a la doctora, ignoro si realmente es la persona entre todas que han hecho frente a esta pandemia que debía de tener la condecoración, no me toca a mí decidirlo; pero si hay quien o quienes afirman lo contrario debieron de haber interpuesto una queja ante las instancias correspondientes, tener argumentos que no fueran misóginos porque con lo que hicieron no logran más que abonar a la violencia de género que existe en los centros laborales. Convirtieron una acción afirmativa en un acto violento hacía una mujer trabajadora de la salud.
Este caso me llamo, particularmente, la atención porque una quisiera pensar que entre las y los trabajadores de la salud no existen esos prejuicios sexistas (no hablo por todos y todas), una quisiera pensar que quien se encarga de nuestra salud y están poniendo la cara en esta pandemia son personas que también dan la cara en cualquier tema, que son sensibles y que buscan las palabras correctas para mostrar su inconformidad. Admiro a ese gremio, y más ahora, y tal vez por eso también me indigna esta forma de dirigirse (quiero pensar que son los menos).
No es una exageración cuando les digo que este tipo de actos, y en serio que lamento mucho que sea replicado por periodistas que una luego considera serios, inhibe la participación de las mujeres en la vida pública, lo hace porque sienten que ese espacio es un terreno en donde están expuestas, entonces, mejor no tomar el micrófono, no escribir, no luchar por ese espacio de representación, mejor no ser premiadas porque luego el costo es caro. Ojalá y no sea esa la lección la aprendida y por el contrario ayude a ver que es necesario que todas y todos nos replanteemos los argumentos que damos cuando estamos inconformes y los canalicemos de la mejor manera posible.

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