Por Edgar Monribot
En México, el 2024 quedará inscrito en la memoria colectiva como el año en que las cifras dejaron de ser un eco frío en los informes y comenzaron a ser esperanza tangible en los hogares. Más de 13.4 millones de personas dejaron atrás la pobreza entre 2018 y 2024. Sin embargo, conviene leer con cuidado lo que significan esos números.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2024) muestra que el ingreso corriente promedio trimestral de los hogares pasó de $53,418 pesos en 2018 a $77,864 en 2024, un incremento real que permitió que millones de familias salieran de la línea de pobreza.
Esto es el reflejo tanto el efecto de las políticas de bienestar, la recuperación parcial del mercado laboral y la suma de un factor decisivo: la política de incrementos al salario mínimo, que pasó de $88 pesos diarios en 2018 a más de $249 en 2024 y a $375 en la frontera norte. Este aumento histórico no sólo elevó de forma directa el ingreso de millones de trabajadores, sino que también fortaleció su capacidad de consumo. Contra los pronósticos más pesimistas, no desató presiones inflacionarias; el propio Banco de México estimó que su impacto fue mínimo (apenas 0.42 puntos porcentuales), rompiendo el viejo paradigma y consolidando un salario de equilibrio, capaz de crecer sin desestabilizar la economía.
¿Es este el fin de la pobreza en México? A pesar de los resultados alentadores, la desigualdad persiste: mientras una parte de la población accede a mejores oportunidades, millones de familias siguen dependiendo de programas sociales y empleos precarios para sostenerse. El avance es innegable, pero está lejos de significar que el estancamiento histórico de la pobreza haya quedado definitivamente atrás.
En este contexto, Chiapas se convierte en el espejo más nítido de esa deuda pendiente con la justicia social. Aquí los ingresos continúan siendo los más bajos del país, $41,084 pesos trimestrales frente a un promedio nacional de $77,864.
La pobreza es multidimensional: no se limita al ingreso, sino que abarca el acceso a salud, educación de calidad, transporte digno, seguridad social y empleos que permitan construir un bienestar duradero. Es justamente en estas dimensiones donde el desafío resulta más apremiante.
En Chiapas, la ENIGH 2024 revela que el 26.5% de los hogares enfrenta dificultades para acceder a servicios de salud; el 40% depende de empleos precarios sin seguridad social; el 28.7% habita viviendas con carencias estructurales; y el 18% aún batalla para asegurar una alimentación suficiente y
nutritiva. Estas cifras muestran que reducir la pobreza no es solo un asunto de ingresos, sino de transformar las condiciones de vida que mantienen abierta la brecha de la desigualdad.
A pesar que los resultados son mejores que años anteriores, permanecen muy por debajo de lo necesario para garantizar un bienestar pleno, recordándonos que las transferencias económicas, aunque necesarias, no son suficientes para desmontar las raíces de la desigualdad.
Este gobierno entiende cómo abrir caminos, con una visión más incluyente y poniendo en el centro a los sectores históricamente marginados. El desafío, entonces, no es solo mantener la política social, sino articularla con inversión productiva, infraestructura, empleo formal y un sistema de cuidados que revalorice a quienes aportan pero no son reconocidos. El tramo decisivo aún está por recorrerse. La verdadera victoria será cuando el pueblo viva sin miedo a que, con un giro en el tablero político, la pobreza regrese a tocar a su puerta.