El humanista / Javier Aguilar Roque

Confrontación

La huelga del poder judicial, que incluye a jueces y magistrados, en respuesta a la reforma propuesta por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que plantea la elección popular de estos funcionarios, revela una confrontación fundamental sobre la concepción de la justicia y la independencia del poder judicial en México. Este movimiento no solo manifiesta una resistencia a los cambios propuestos, sino que también invita a una reflexión profunda sobre las implicaciones de dicha reforma para la democracia y el Estado de derecho.

La idea de que jueces y magistrados sean elegidos por la ciudadanía plantea una transformación radical en la manera en que se selecciona a quienes tienen la responsabilidad de interpretar y aplicar la ley. En un sistema democrático, la legitimidad del poder judicial proviene de su imparcialidad y su capacidad para actuar como un contrapeso frente a los otros poderes del Estado. La independencia judicial es un pilar esencial que garantiza que las decisiones se tomen basadas en la ley y no en presiones políticas o populares.

Sin embargo, la propuesta de elegir a los jueces y magistrados mediante el voto popular introduce un elemento de incertidumbre. Por un lado, podría parecer que esta medida democratiza el acceso a los cargos judiciales, haciendo que los jueces respondan directamente a la voluntad del pueblo. Pero por otro, existe el riesgo de que la justicia se politice, que las decisiones judiciales se vean influenciadas por consideraciones electorales y que se erosione la capacidad del poder judicial para actuar de manera independiente. Los jueces podrían sentirse obligados a actuar de acuerdo con los intereses de los votantes, en lugar de aplicar la ley de manera objetiva y desapasionada.

La huelga del poder judicial, en este contexto, es una respuesta defensiva frente a lo que muchos consideran una amenaza a la autonomía y la neutralidad del sistema de justicia. Los jueces y magistrados, al participar en esta huelga, no solo están defendiendo sus intereses corporativos, sino también la integridad de la función judicial en sí misma. Temen que esta reforma, aunque bien intencionada en su búsqueda de mayor transparencia y rendición de cuentas, podría tener el efecto contrario: debilitar la justicia, haciéndola susceptible a la manipulación política y reduciendo la confianza pública en sus decisiones.

Además, esta huelga pone en evidencia una cuestión más amplia sobre el papel del poder judicial en una democracia. Si bien la rendición de cuentas es crucial, el poder judicial debe ser capaz de operar con un grado de separación de las dinámicas políticas para garantizar que la justicia se administre de manera justa y equitativa. La reforma propuesta por el gobierno de AMLO, aunque busca fortalecer la legitimidad democrática del poder judicial, corre el riesgo de alterar este delicado equilibrio, con consecuencias potencialmente profundas y duraderas.

En última instancia, esta huelga nos recuerda que la justicia no es un bien que se pueda someter a las fluctuaciones de la opinión pública o a las estrategias políticas. La independencia judicial es un baluarte que protege los derechos de todos los ciudadanos, y cualquier reforma que la amenace debe ser cuidadosamente considerada. La tensión entre la democratización de las instituciones y la preservación de su imparcialidad es un debate que debe ser abordado con seriedad y responsabilidad, reconociendo las complejidades inherentes a un sistema de justicia que debe servir a todos, sin excepción.

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