El humanista / Javier Aguilar Roque

México: entre avances en derechos y violencia persistente en tiempos de una presidenta

La llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México representa, sin duda, un avance histórico en la lucha por la igualdad de género. Su liderazgo simboliza la apertura de espacios de poder que durante siglos estuvieron vedados para las mujeres. Sin embargo, esta conquista política no necesariamente se ha traducido en una mejora inmediata y tangible en la vida cotidiana de las mexicanas, especialmente en temas de seguridad y oportunidades.

Es cierto que se han promovido leyes que protegen los derechos de las mujeres, se han fortalecido instituciones que velan por la equidad y se ha impulsado la participación femenina en la política y otros ámbitos profesionales. Estos avances responden a décadas de lucha feminista y a una creciente conciencia social sobre la importancia de la igualdad de género.

No obstante, este panorama contrasta dolorosamente con la persistencia de la violencia de género, los feminicidios y la impunidad que sigue lacerando a la sociedad mexicana. El hecho de que una mujer encabece el gobierno no ha bastado para frenar la realidad que padecen miles de mujeres en las calles, en sus hogares y en sus trabajos. La expectativa de que la llegada de una presidenta significaría automáticamente una mejora en este aspecto ha demostrado ser insuficiente, pues la violencia estructural es un problema que exige no solo voluntad política, sino también una transformación cultural profunda.

¿Se ha sentido la «mano de una mujer» en esta administración? La respuesta es compleja. Aunque se han promovido discursos que destacan la importancia de la equidad, la sensación en muchos sectores es que las acciones no han sido tan contundentes como se esperaba. El desafío radica en que Sheinbaum, más allá de ser mujer, representa un proyecto político que prioriza ciertos temas, y la lucha contra la violencia de género aún no ha tenido el impacto social que el país demanda.

El gran reto para esta administración es demostrar que la igualdad de género no solo se refleja en la representación política, sino también en garantizar que ser mujer en México deje de ser sinónimo de vulnerabilidad, miedo y desigualdad. La llegada de una presidenta es un paso importante, pero el verdadero cambio se medirá en la vida cotidiana de millones de mexicanas que siguen esperando justicia y oportunidades reales.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *