«La austeridad que viaja en primera clase»
Mientras el discurso de la austeridad republicana se ha convertido en uno de los pilares ideológicos de la Cuarta Transformación, los hechos recientes nos recuerdan que muchas veces las palabras no cruzan la puerta de las casas o mansiones de quienes las pronuncian.
Gerardo Fernández Noroña, uno de los políticos más ruidosos en la defensa del régimen de la 4T, reconoció recientemente haber adquirido una casa valuada en 12 millones de pesos. Lejos de ocultarlo, lo presentó como un acto de transparencia, aclarando que tiene un crédito para cubrirla. “No tengo obligación de ser austero”, dijo con desparpajo, argumentando que la austeridad es una política pública y no una exigencia personal.
Ese es un argumento peligroso para quien ha hecho carrera política bajo la bandera de la congruencia y el combate a los excesos del «neoliberalismo». Si la austeridad es solo una exigencia hacia abajo, y no una convicción desde arriba, entonces es solo otra forma de simulación. ¿Con qué autoridad moral se exige al pueblo «apretarse el cinturón», mientras sus representantes políticos se ajustan el Rolex?
Aunado a ello, los viajes de Mario Delgado, Ricardo Monreal a España y el de Andy López a Japón, visitando restaurantes de lujo y boutiques de alta gama, solo vienen a reforzar la idea de que las ideas Juaristas que tanto citaba AMLO, solo fueron alegres melodías que el pueblo deseaba escuchar, pero la realidad es otra.