El humanista/ Javier Aguilar Roque

México y EE.UU.: cooperación con letra pequeña

La primera visita de Marco Rubio a México como secretario de Estado de Donald Trump se vende como un encuentro histórico de cooperación. Desde la cancillería mexicana, el político estadounidense no escatimó elogios: “No hay ningún Gobierno que esté cooperando más con nosotros que el Gobierno de México”. En el discurso oficial, se anunció la creación de un “grupo de alto nivel” contra el crimen organizado transnacional, un esquema de reuniones regulares para atender drogas, armas, túneles, robo de combustible y finanzas ilícitas. Sobre el papel, la narrativa parece impecable: coordinación, respeto a la soberanía y resultados concretos.

Sin embargo, la letra pequeña del acuerdo deja más sombras que luces. No se detalló quién integrará este grupo, cómo operará ni bajo qué marcos legales se evaluará su éxito. El anuncio se parece más a una declaración de buenas intenciones que a una estrategia sólida. En paralelo, persisten tensiones: hace apenas semanas, Claudia Sheinbaum desmintió públicamente un operativo anunciado por la DEA que, en realidad, nunca existió. La descoordinación, entonces, no es menor y exhibe los límites de la confianza bilateral.

A ello se suman las declaraciones del propio Trump, que insiste en describir a México como un país “dominado por carteles” y gobernado por una presidenta “asustada” de aceptar su ayuda militar. Aunque en público la reunión con Rubio fue “cordial y productiva”, es difícil imaginar que en la charla privada no se deslizaran presiones desde la Casa Blanca. El New York Times ya subraya que Palacio Nacional enfrenta un asedio constante de exigencias, disfrazadas de cooperación, para abrir espacio a la agenda más dura de Washington.

Más allá de las sonrisas diplomáticas, la realidad no cambia: no se habló de deportaciones masivas ni de violaciones de derechos humanos por parte del ICE, tampoco de los sobrevuelos de drones en territorio mexicano o de los aranceles que siguen intactos. El encuentro sirvió para enviar un mensaje político hacia afuera, pero en los hechos las asimetrías de la relación permanecen. El “grupo de alto nivel” apenas inicia; lo que falta por ver es si se convierte en un instrumento de verdadera corresponsabilidad o en otro mecanismo de presión al sur del Río Bravo.

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