Pocas personas en la actualidad concitan el respeto, incluso, la admiración, de mujeres y hombres de acción y pensamiento en la política, la empresa, la sociedad civil, la academia y la cultura. Su nombre, generalmente, va precedido por los estudios que concluyó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México y cuando se pronuncia se hace con solemnidad.
No es el protocolo y las formas falsas y pasajeras que se le rinden a los poderosos mientras lo son. Esa solemnidad es sincera y, a la vez, de forma paradójica, cercana. Aproxima en lugar de distanciar. Una cualidad que poquísimos políticos mexicanos han tenido. Protagonista del cambio mexicano, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cumplió el 1 de mayo, día del Trabajo, 90 años de vida. Ni más, ni menos.
Heredero de un apellido que, puede decirse, es sinónimo de la Revolución mexicana y que, como él mismo ha comentado, le ayudó a abrirse camino en el sector público y, simultáneamente, tuvo que cuidar. El peso sobre sus hombros es el peso de la historia.
Cárdenas Solórzano posee una estatura moral difícil de alcanzar. No logró ser Presidente de la República, pero ese hecho no hizo que se sumiera en un sillón, sino que, teniendo a un sistema político entero en contra, ayudó a impulsar el avance del país desde la oposición. La muy responsable decisión de tomar la vía pacífica y construir un partido político es un parteaguas en la novela nacional del poder en donde sus protagonistas si no ganan, arrebatan. La lucha por la democracia y las libertades es uno de sus legados. Él creyó –aún está convencido– que un país distinto era posible. Él es uno de sus impulsores.
El “Hijo del Tata”, acaso por su propia personalidad, que se puede escrutar en los libros que ha escrito (Cárdenas por Cárdenas y Sobre mis pasos, por mencionar dos de corte bio y autobiográfico, respectivamente) decidió el sendero del diálogo y el acuerdo. Ha disentido pública y abiertamente con presidentes de México, incluido el actual, y cuando ha sido la ocasión, ha reconocido los logros. Esta es una de las lecciones que, en los tiempos que corren, se deben reconocer: en democracia, se puede no estar de acuerdo y eso no significa que tenga que aparecer el reduccionismo bélico “conmigo o contra mí”. En la coyuntura electoral, su voz debe ser escuchada.
La sociedad mexicana le debe mucho a personajes como él que, con sentido de Estado, han aportado ideas y trabajo al perfeccionamiento de la democracia no sólo la electoral, sino a la que se contempla en la Constitución: como una forma de vida. Él ha sabido construir en la diversidad y la adversidad, y eso se requiere: la unidad y tesón (sin claudicación de ideales propios) para superar las dificultades.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ha pasado, por derecho propio, a la historia de México.