Cuando desde el movimiento feminista se creó la frase «el machismo mata», no sólo se refiere a la acción directa, sino a todo un sistema que genera, alimenta y construye las condiciones para que esto ocurra.
La frase me ha retumbado en la cabeza tras leer en los medios uno y otro caso de violencia contra las mujeres, de Nuevo León a Yucatán, de Chimalhuacán, pasando por las universidades, a Guanajuato y así todo el país. Y no es que en otros días o semanas no haya noticias sobre ello, sino que hay semanas que las noticias se te atragantan.
El machismo mata y lo hace a la luz de sociedades, gobiernos, instituciones, religiones, medios de comunicación y escuelas, ante el mundo entero. Mata dentro y fuera de casa, mata con manos masculinas y con las negligencias institucionales.
Mata, cada que las autoridades no escuchan las exigencias de las madres y padres que buscan a sus hijas desaparecidas. Cada que las autoridades responden que se fue con el novio, que anda por ahí, que al rato regresa, mata.
En el informe reciente sobre México del Comité contra las Desapariciones Forzadas, señala que las mujeres representan 25 por ciento de las desapariciones nacionales y que existen entidades que lo superan como son Campeche (67 por ciento) y Chiapas, Tabasco y Yucatán (más del 60 por ciento) en estos estados en su mayoría son niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años.
De acuerdo con El Comité, los responsables del crecimiento de las desapariciones en México son los servidores públicos del ámbito federal, estatal y municipal, y una de las razones es por la inacción de las autoridades.
El machismo mata cada que un fiscal declara que si las mujeres jóvenes van a una cita de trabajo, «vayas acompañada», como lo hizo el Fiscal del estado de Morelos, Uriel Carmona. Mata, porque responsabiliza a las víctimas, porque como autoridad no mira a los agresores ni hace justicia, y sigue en el cargo. Mata porque elude su responsabilidad y la traslada a las mujeres.
El machismo mata cuando autoridades universitarias piden a las alumnas cuidar su vestimenta para prevenir el acoso sexual, como lo hizo la directora de la preparatoria Oficial de León, de la Universidad de Guadalajara, Dalila Camarena.
Mata cada que pone oídos sordos a las exigencias de las estudiantes para acabar con la violencia que viven por parte de sus compañeros, maestros, personal administrativo.
La Encuesta Nacional de la Dinámica en las Relaciones de los Hogares (Endireh) 2016, reporta que las mujeres identificaron que vivieron violencia a lo largo de su vida escolar por parte de un compañero en 40 por ciento de los casos, seguidos de maestros, directores y personal en general. La violencia física, sexual y emocional fueron las principales que identifican.
Porque el machismo no tiene sexo, lo ejercen mujeres u hombres quienes comparten una visión que subordina a las mujeres, que las responsabiliza de lo que les pase y que excusa a los hombres.
El machismo no solo es individual sino colectivo, se entrelazan las posiciones individuales y comunitarias que creen que lo que nos pasa a las mujeres es porque lo buscamos, lo provocamos, porque lo propiciamos.
El machismo es una forma de educación que hace de las mujeres las víctimas de hombres incontrolables, animales que reaccionan al instinto violento bajo el cual fueron educados, socializados, y alimentados cada día por frases, chistes, canciones, libros, teorías, declaraciones acciones y omisiones y un largo etcétera.
El machismo mata no sólo porque hay hombres que deciden matar a las mujeres, sino porque la visión de menosprecio hacia la vida de éstas, hace que el sistema de justicia se detenga cuando la víctima es una mujer, como en el caso de Debanhi Susana Escobar Bazaldua, donde la autoridad dejó de actuar pese a que sus padres tenían su localización, o en el caso de Griselda Mayela Álvarez Rodríguez, quien lleva 20 meses desaparecida sin que se dé con su paradero y donde las autoridades han dejado pistas sin investigar, ambas son de Nuevo León.
El machismo mata cada que autoridades responsables de proteger a las mujeres no ponen todos sus recursos para ello y se excusan en la burocracia o peor aún, hace que las mujeres pasen de víctimas a victimarias como es el caso de Laura en el Estado de México quien ha denunciado desde 2004 la violencia de su ex esposo, sin acceder a la justicia y hoy es perseguida para que pague una pensión.
Mata porque es un engranaje que ayuda a que el sistema funcione para proteger a los agresores, para mantener un sistema de privilegio para los hombres a costa de la discriminación y desigualdad de las mujeres y niñas.
Un sistema que los protege cuando socialmente se justifica cada acto violento de los hombres, desde que ingresan a los vagones del transporte público exclusivo para mujeres, desde que se les anima a ser violentos a ser «hombres de verdad».
El machismo mata porque invisibiliza los aportes de las mujeres, las excluye de la ciudadanía plena, de la humanidad, para convertirlas con consumibles a través de la pornografía, la prostitución y los vientres de alquiler.
Según el FBI el sector cinematográfico de la pornografía obtiene entre los 10 mil y 14 mil millones de dólares en Estados Unidos; estimaciones mundiales señalan que esta industria obtiene 100 mil millones de dólares cada año.
En 2018 la industria de la maternidad subrogada obtuvo ganancias por seis mil millones de dólares y se proyecta que para 2025 incrementará a 27 mil 500 millones de dólares; aseguró Eleane Proo Méndez, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. Y seguirá matando el machismo a la luz del día y frente al mundo mientras la vida de las mujeres y las niñas siga sin ser verdaderamente valorada.