El Partido de la Revolución Democrática no es lo que fue. Problemas internos que datan desde hace décadas; incluso, que se pueden rastrear desde su conformación al ser una especie de coalición de grupos y facciones (las “tribus”); la permanencia de un grupo político en su dirigencia; la separación de liderazgos, en fin, la pérdida de competitividad electoral lo han llevado a un punto crítico para su supervivencia.
En tiempos no tan lejanos, el PRD buscó la alianza con sus antiguos opositores para concretar las alternancias a nivel local; por ejemplo, en el 2000 se integró a una coalición multipartidista para competir por la gubernatura de Chiapas. Para algunos, pudo significar una traición al juntarse con partidos como el PAN, aunque los resultados electorales fueron exitosos. Las elecciones se ganan con votos y ellos, en conjunto, tuvieron más que el PRI.
Con todo, el PRD era parte del tripartidismo mexicano. Las elecciones se disputaban entre este partido, Acción Nacional y el Revolucionario Institucional. Pero algo pasó. El partido representante de una parte la izquierda empezó a perder apoyo, el número de cargos públicos encabezados por sus militantes disminuyó y su capacidad de interlocución con los poderes públicos y actores del sistema político se debilitó.
Muestra de su estado de salud es que en la reciente alianza con los partidos de oposición denominado Frente Amplio por México para elegir a su candidata o candidato presidencial, los representantes del partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas no pasaron a la siguiente ronda. No es un tema menor porque quienes quedaron fuera encabezaron los gobiernos de sus entidades federativas: Miguel Ángel Mancera, Ciudad de México, y Silvano Aureoles, Michoacán. Ellos, con su capital político como extitulares del poder Ejecutivo local, no integran el cuarteto que se encuentra en la fase siguiente. No porque no hayan conseguido las 150,000 firmas solicitadas, sino porque no lo hicieron en la dispersión geográfica establecida en las reglas del frente opositor. No deja de ser paradójico que hayan intentado burlar las reglas de su propio juego.
A pesar de que la ciudadanía no respaldó a los militantes del PRD y, en total, el partido ha de tener alrededor de cuatro por ciento de las preferencias electorales a nivel nacional, tiene un as bajo la manga. La dimensión simbólica de su presencia en el Frente Amplio y, con ello, la capacidad de negociación de candidaturas existe.
Si el PRD saliera de la alianza opositora, la imagen que se daría es de división y debilidad, fortaleciendo al partido oficial. Entonces, mantenerse en la mesa (o mantenerlo) puede no sumar, pero no resta.
El partido que reunió a miembros prominentes de la izquierda mexicana está en problemas, pero todavía, dependiendo del número de espacios que logre en las elecciones de 2024 puede reinventarse, ¿lo logrará?