Es identidad viva de un pueblo, que pone a Ocosingo en el mapa del turismo cultural
Primer Plano Magazine/Noé Juan Farrera Garzón. –
Ubicado entre montañas, historia y cultura, el municipio de Ocosingo, Chiapas, guarda entre sus tesoros más preciados una joya culinaria de renombre nacional: el queso de bola. Más que un alimento, este producto artesanal representa una herencia viva que fusiona la identidad de un pueblo con el sabor de su tierra.
El origen de este queso se remonta a 1927, en el rancho “Laltic”, cuando productores locales buscaron aprovechar la abundante leche de vaca de la región. Lo que inició como una solución práctica se transformó en un emblema gastronómico que hoy en día es reconocido y apreciado tanto en México como en el extranjero.
El proceso de elaboración conserva una técnica artesanal transmitida de generación en generación. El queso se compone de dos capas: una interior de queso doble crema, suave y untuosa, y una exterior de queso descremado que se añade después de 21 días de maduración. Gracias a este proceso y al clima de Ocosingo, el queso no requiere refrigeración, lo que ha permitido su distribución y conservación por décadas.
Su sabor es inconfundible: ligeramente agrio y salado, con sutiles notas dulces. Puede disfrutarse desmoronado sobre frijoles, en flanes, acompañado de frutas o en su versión más emblemática: el queso relleno con picadillo de cerdo, pasas, alcaparras y jerez, envuelto en su propia costra asada.
Pero el queso de bola de Ocosingo no solo destaca por su sabor, sino por su profundo valor cultural. Se considera un producto de terroir, es decir, estrechamente ligado al clima, la geografía y las prácticas culturales de la región. Su producción representa un acto de resistencia frente a la estandarización alimentaria, manteniendo viva la sabiduría local.
Cada pieza es única, elaborada por familias que guardan sus propias recetas, lo que refuerza su valor identitario. Su presencia es constante en ferias, mercados y festividades locales, donde es celebrado no solo como producto, sino como símbolo de cohesión comunitaria.
Reconocido como parte del patrimonio agroalimentario de México, el queso de bola se ha convertido también en un atractivo para el turismo cultural y gastronómico. Su historia y elaboración artesanal despiertan el interés de visitantes que recorren el corredor San Cristóbal–Palenque en busca de experiencias auténticas y sabores con raíz.
El queso de bola de Ocosingo es, en esencia, un alimento que cuenta historias. Con cada corte, revela capas de memoria, saberes ancestrales y orgullo territorial. Un verdadero símbolo cultural en evolución, que alimenta el cuerpo y el alma de quienes lo descubren.