En la competencia por el poder público, hay unos que ganan y otros que pierden. El apoyo popular, expresado en votos, garantiza que la victoria corresponda a aquellos que movilizan y convencen más, aunque no de forma permanente, ya que en democracia los perdedores pueden dejar de serlo en el próximo ejercicio electoral. En este estado de cosas, se forman dos bloques: el oficialismo y la oposición. El partido o la coalición gobernante sólo tiene hacer lo que prometió en campaña para mantener la simpatía social, mientras que la oposición –esencial en los regímenes democráticos, que busca controlar y limitar al gobierno– debe ser creativa y audaz para dejar esa condición.
En el momento actual de la política mexicana, resulta sencillo identificar a las expresiones partidistas que se ubican en un espectro y en otro. Del lado del oficialismo están MORENA y sus aliados, el PT y el Verde; en la oposición se ubican los partidos con mayor tradición en el sistema político: PAN, PRI y PRD. Movimiento Ciudadano, si bien no forma parte de la coalición mayoritaria, tampoco ha abrazado a la oposición por completo. Se ve, así mismo, como una tercera vía.
Las pasadas elecciones para renovar la Cámara de Diputados demostraron que gobernar desgasta. De esta manera, MORENA, que en la LXIV Legislatura (2018-2021) tenía 252 diputaciones, en la actual, la LXV (2021-2024), tiene 201. Esto hace pensar en un avance –si bien no mayúsculo, sí simbólico– de los partidos opositores. En lo que respecta al Senado, que se reintegrará por completo en 2024, la oposición tiene 47 espacios de 128 (76 son del oficialismo y 5 no tienen grupo parlamentario).
Más allá de la coalición electoral «Va por México» que aglutinó a la socialdemocracia, a la democracia cristiana y al nacionalismo revolucionario, es decir, al PRD, al PAN y al PRI, que hizo que disminuyera la presencia del oficialismo en la Cámara y que tuvo algunos resultados interesantes como los que se registraron en la Ciudad de México, resulta interesante identificar cuál es la fuerza y presencia territorial de estos, en otras palabras ¿en dónde está la oposición?
En el país, hay 1,113 diputaciones locales. De ese universo, el 45.55 por ciento pertenecen a partidos opositores al gobierno federal. El resto lo integran las diputadas y los diputados de MORENA, PT, Verde y los partidos locales cuya orientación ideológica se encamina más al pragmatismo que a la defensa de principios inamovibles. Para la oposición, este porcentaje no es menor, considerando que es en los distritos en donde se puede hacer política con mucha cercanía popular.
En este sentido, el nivel de gobierno más próximo a la ciudadanía es el municipal y ahí los partidos de oposición tienen una presencia que tampoco es desdeñable: de los 2,471 municipios, el PAN, el PRI y el PRD gobiernan 1,102 (44.59 por ciento). No se ve, en términos cuantitativos, a una oposición completamente derrotada. A nivel de poderes ejecutivos estatales, la oposición se hace cargo de 14 de 31 posiciones (45.16 por ciento).
Si se promedian los porcentajes anteriores, haciendo a un lado las diferencias que se presentan al ocupar un lugar en el poder Legislativo, un ayuntamiento o una gubernatura, se puede observar que la oposición tiene el 43.32 por ciento de los cargos de representación política en el país. Siendo poseedora de esa cifra, no se escuchan sus propuestas ni se perciben acciones políticas que pudieran resultar decisivas para crear una nueva correlación de fuerzas. El oficialismo ha silenciado e invisibilizado a la oposición.
Difícilmente el porcentaje anterior puede significar que aquella, la oposición, esté por los suelos, pero tampoco puede echar las campanas al vuelo. No se encuentra en su mejor momento. Existe un apoyo mayoritario al Presidente, a su partido y a sus aliados, mismo que se puede incrementar en las elecciones locales del próximo año.
Si los partidos de oposición quieren dejar ese lugar y formar gobierno o volverse mayoría en los congresos federal y locales, tendrán que replantear sus estrategias, hacer más sofisticada la discusión política, proponer soluciones viables a los problemas, dejar a un lado las declaraciones estridentes y centrarse en la política pública bien elaborada; tal vez, hasta tengan que cambiar a sus interlocutores y liderazgos. Hacer lo mismo buscando nuevos resultados no servirá.