En la Mira / Hector Estrada

Las intenciones ocultas de López Obrador en Chiapas

El arribo de Andrés Manuel López Obrador este domingo a tierras chiapanecas no es un asunto gratuito. Las reuniones privadas que sostendrá con algunos personajes de la política local y el evento masivo (a modo de adelanto de campaña presidencial) en el Parque Bicentenario de Tuxtla Gutiérrez tienen objetivos claros: comenzar a concretar los acuerdos preelectorales y medir las capacidades de quienes ahora se venden como la mejor opción de Morena en Chiapas para el 2018.
Pese al secretismo, casi militar, del actual dirigente estatal de Morena en Chiapas, Oscar Gurria, la agenda confidencial de López Obrador en la capital chiapaneca ha sido ya definida y contempla reuniones con varios de los «candidateables» al gobierno de Chiapas. Incluso se habla de un encuentro muy privado con el mandatario chiapaneco, Manuel Velasco Coello, quien ya en su pasado informe de gobierno tuvo atenciones especiales con el líder del Movimiento de Regeneración Nacional.
Hace ya bastante tiempo que Andrés Manuel López Obrador no había tenido un evento masivo tan grande y en un espacio público tan importante de la capital chiapaneca, fuera de tiempos de campaña. Desde el inicio de la administración de Juan Sabines Guerrero (2006) hasta la fecha los grandes espacios públicos de Tuxtla Gutiérrez habían permanecido prácticamente vetados para cualquier evento exclusivo del tabasqueño.
La instrucción del Gobierno de Chiapas para negar cualquier permiso a eventos exclusivos de López Obrador se convirtió en una regla prácticamente inquebrantable, que tenía mucho que ver con las lealtades a los dos últimos regímenes presidencialistas… Sin embargo, hoy las cosas parecen haber cambiado de manera radical. Andrés Manuel no sólo se ha vuelto una figura permitida en la política local, sino también el objeto del deseo para partidarios o «adversarios redimidos».
Las graves crisis que actualmente enfrentan los viejos partidos políticos como el PRI, el PVEM, el PAN y el PRD por las malas experiencias dejadas con sus últimos gobiernos han facilitado la vía electoral para que Morena camine sin tanta complicación al relevo sexenal que se dará en menos de dos años. Las administraciones de Enrique Peña Nieto y Manuel Velasco Coello (PRI-PVEM) han sentenciado a sus partidos para la contienda electoral venidera, elevando drásticamente las posibilidades de derrotas con los inevitables votos de castigo.
Por eso Morena y López Obrador están colocados hoy en posiciones altamente convenientes con miras al próximo proceso electoral. Porque se han convertido en la única opción antagónica (al menos la más popular) a los partidos que han gobernado durante los últimos años México y Chiapas. Se trata de una puerta abierta para la inconformidad y el hartazgo social que seguramente se transformarán en votos efectivos. Eso lo saben bien los dueños del poder en turno y, recientemente, han demostrado estar dispuestos a negociar.
Ese es la verdadera encomienda de la visita de López Obrador a Chiapas, aunque el asunto trate de disfrazarse con la firma de un «pacto nacional». El líder de Morena viene a escuchar propuestas y negociar posibles alianzas que sumen a su proyecto electoral rumbo a la presidencia de México. Ha aprendido de los errores políticos del pasado y definitivamente esta vez no habrá pacto o alianza que no garantice votos y fortalecimiento de su candidatura.
Por eso no deberá extrañar que el evento masivo del Parque Bicentenario luzca a reventar. Será un buen espacio para que los aspirantes a la candidatura estatal de Morena, o hasta el propio Velasco Coello, demuestren el músculo de movilización para convencer a Andrés Manuel sobre los beneficios de concretar posibles alianzas políticas, por más inverosímiles que parezcan algunas.

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