En la Mira / Hector Estrada

¿Por qué la Mactu no debe cerrar sus puertas?

Después de una semana de disturbios, quema de módulos de vigilancia, secuestro de vehículos, robo de mercancías, toma de casetas de peaje y daños a comercios y vehículos particulares, el pasado martes finalmente sucedió lo advertido, cuando, mediante operativos policiacos, 95 estudiantes de la Rural Mactumactzá fueron detenidos en plena toma de la autopista Tuxtla – San Cristóbal.
El conflicto al interior de la Mactumactzá es mucho más complejo de lo que parece. Se encuentra inmerso en un nudo de intereses externos, viejas prácticas arcaicas y el descrédito público. Pero también en el seno de una institución con noble vocación de origen y numerosas razones de beneficio social que justifican su funcionamiento.
Durante muchos años la Mactu, como varios de sus egresados le llaman, ha sido eclipsada completamente por los episodios de anarquía y protestas violentas, protagonizadas por esos grupos de choque acostumbrados al uso del vandalismo y el secuestro de vía pública como método de extorsión para imponer sus condiciones. Pero la Rural Mactumactzá es mucho más que eso.
La Normal Rural de Tuxtla Gutiérrez es también un oasis de oportunidades para los sectores más desprotegidos de la entidad. Ha albergado durante décadas a cientos de estudiantes provenientes de las zonas rurales más empobrecidas para formarlos en la docencia. Jóvenes que no podrían aspirar a costear los gastos de manutención que representa una formación profesional tan lejos de sus comunidades.
La Mactu también es talleres de artes, danza, deportes y difusión cultural, sin colegiaturas o pago de inscripción. Como todas las normales rurales del país fue creada para brindar un espacio de formación integral, con internado y alimentación, a jóvenes de escasos recursos provenientes de zonas rurales para regresarlos como formadores educativos a sus comunidades.
Sin embargo, también es honesto reconocer que las entrañas de la institución se han contaminado. Que ha habido excesos en los métodos de protesta y que se ha sobreempoderado a un comité estudiantil desbordado en dominio, incluso por encima de las autoridades escolares internas. La ineficacia de los canales de comunicación para trasmitir su realidad o necesidades y el persistente uso de la violencia para manifestarse ha provocado un inevitable rechazo social que les está cobrado una cara factura.
La detención de este martes y la reacción social al hecho es el más claro ejemplo de los errores cometidos. No ha habido estrategias inteligentes para generar empatía social, como lo han hecho otros sectores en lucha permanente. Con sus métodos de protesta violenta han caído en el juego del gobierno para facilitar sus negras intenciones enfocadas a minar a su movimiento y amenazar la subsistencia de la escuela.
Se han «servido en plato frío», entre la indefensión que les genera esa escasa empatía ciudadana. Se ha expuesto sin sentido a mujeres y familias desplazadas. Porque es verdad, la mayoría de las y los detenidos son mujeres, pero también hay que reconocer que buena parte de ellas han sido utilizadas como «carne de cañón» y esta vez abandonadas a su suerte, junto a camiones y explosivos, por líderes, principalmente varones, que se dieron a la fuga durante el operático y hasta el momento no han dado la cara para evitar ser detenidos.
Si bien la detención de las y los capturados durante el operativo era inevitable ante los delitos cometidos (configurados en el código penal), a título personal, su vinculación a proceso y traslado al reclusorio resulta un mecanismo de amedrentamiento o advertencia generalizada extremadamente severo y excesivo, tomando en cuenta la inequidad en materia de impartición de justicia que previa en México.
La Normal Rural Mactumactzá no puede ni debe cerrar sus puertas bajo ese argumento. Su noble vocación de origen no solamente justifica su funcionamiento, sino la hace absolutamente necesaria. La Mactu necesita con urgencia una limpieza a profundidad para recobrar el rumbo, erradicar las malas prácticas y devolver el control a las autoridades académicas, garantizando siempre el derecho a una educación digna, gratuita e integral para los verdaderos estudiantes que hoy y siempre dan razón a su existencia… así las cosas.

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