Peatones y usuarios del transporte público lejos de las prioridades en Tuxtla
La lamentable muerte de Braulio, uno de los jóvenes seriamente heridos tras el impacto de un carro sin frenos con una unidad del transporte público frente a la Universidad Autónoma de Chiapas, no sólo es consecuencia de un accidente automovilístico, sino también de la serie de omisiones y deficiencias que han convertido a Tuxtla Gutiérrez en una ciudad carente de seguridad vial y poco amigable con el peatón.
Para nadie es un secreto que la capital chiapaneca le ha apostado durante los últimos años a convertirse en una ciudad de vías rápidas y ríos de vehículos a altas velocidades. No ha habido planeación ni soluciones para quienes todos los días caminan o usan el transporte público en la ciudad como únicos medios para trasladarse a sus destinos.
Muestra de lo anterior es lo sucedido justamente en el lugar del accidente, pues donde hace 13 años había una bahía de transporte público ahora no hay mas que una zona de ascenso y descenso improvisada. La mala planeación de obras viales, la indiferencia de las autoridades universitarias y el tráfico de influencias por parte de empresarios hicieron que el lugar terminara reducido por la ampliación de un estacionamiento y una ciclovía mal ejecutada.
Y es que, de acuerdo a datos del INEGI, en la capital chiapaneca más del 80 por ciento de sus habitantes NO se movilizan en vehículo propio, la mayoría son peatones o usuarios de una deficiente red de transporte público que, según cifras oficiales de la Secretaría de Seguridad Pública, es protagonista de por lo menos el 30 por ciento de los accidentes viales que ocurren todos los días en la ciudad.
Tampoco hay garantías de seguridad para el peatón en materia de cruces viales. De acuerdo a cifras del propio ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, actualmente la capital estatal cuenta con sólo 42 puentes peatonales funcionales para más de 550 mil habitantes y una superficie de alrededor de 100 kilómetros cuadrados de marcha urbana.
En el mejor de los casos los puentes peatonales más cercanos -sobre vías rápidas- se ubican a un kilómetro de distancia. La gran mayoría superan los dos o tres kilómetros de separación entre uno y otro, por lo que buena parte de los peatones deben caminar largos tramos a fin de evitar pasar sobre ríos de vehículos a altas velocidades. No obstante, la tendencia sigue estando encaminada a eliminar semáforos para volver más veloces a las arterias vehiculares.
El tema del transporte público es punto y aparte. Desde hace 13 años no ha habido proceso de modernización al sistema de rutas en la capital. El único intento que se aplicó en 2010 con el Conejobus fracasó a consecuencia de los errores de origen, la corrupción y el abandono, por lo que desde hace poco más de dos años unidades improvisadas siguen prestando el servicio en las dos principales rutas de la ciudad, dentro de un conflicto que no parecer tener fin.
Sigue habiendo omisión y complicidad de las autoridades responsables de la seguridad vial. Hace sólo unos días el propio coordinador Operativo de Tránsito Municipal, Adrián Orlando Hernández Trinidad, reconoció que el reglamento de tránsito no se cumple a cabalidad. Sobre todo, en lo que respecta al respeto del peatón, acumulando un promedio de 15 accidentes vehiculares todos los días en Tuxtla Gutiérrez.
Por eso el accidente de Braulio no es un caso aislado. Es un de los ejemplos más dolorosos de las deficiencias y omisiones que hacen de Tuxtla una ciudad sin seguridad para el peatón y los usuarios del transporte público. Por eso la necesidad de replantear prioridades y trabajar en el tema, porque tragedias como las del joven estudiante de arquitectura deben pasar de las lamentaciones políticas a los cambios reales para no repetirse más… así las cosas.