En los extremos / Eduardo Torres Alonso

El idioma español, esa fantástica representación de sonidos e ideas, se compone por alrededor de 100,000 palabras, de las cuales, cerca de 750 son suficientes para comunicarse. ¡Menos del uno por ciento! Aún las personas que conocen a profundidad el idioma y se esmeran por utilizarlo con propiedad, no superan en su uso las 15,000 palabras. Esta cantidad representa el vocabulario activo. Algo similar ocurre con el inglés: para comunicarse en el idioma de Shakespeare, no se necesitan sino 1,500 palabras, aproximadamente, de un total de 171,146 de acuerdo con el Oxford English Dictionary.

Así, se da cuenta que para las actividades del día a día son necesarias un número restringido de unidades lingüísticas y dependiendo del contexto, las palabras se dejan de usar o aparecen con mayor frecuencia. En un ejercicio lúdico, pero que sirve para conocer la vitalidad del idioma, la Real Academia Española (RAE), por medio de la Fundación del Español Urgente, y la Agencia EFE, determinaron que la palabra del año 2023 es polarización.

La RAE informa que desde 1884 esta palabra aparece en el diccionario académico con una definición mínima, que es la misma que existe hoy: “acción y efecto de polarizarse”. Para entender esto es necesario recurrir a la indagación de otras palabras y ciencias. En principio, la polarización se asoció a la física (polarizar: “Restringir en una dirección las vibraciones de una onda transversal, como la luz u otras radiaciones electromagnéticas”). Para 1985, la definición fue ampliada a otra dimensión distinta a esa ciencia de la materia, aunque en la actualidad no se mantiene: “En lenguaje de la economía, proceso por el cual en unas determinadas zonas de un territorio se concentran la mayoría de las industrias”.

Esta palabra se impuso a las otras candidatas: amnistía, ecosilencio, euríbor, FANI, fediverso, fentanilo, guerra, humanitario, macroincendio, seísmo y ultrafalso. Como es posible advertir, cada una de ellas obedece a una realidad determinada –a veces, con una geografía muy limitada como puede ser euríbor– y a un conjunto de problemas de escala diversa (guerra, macroincendio, ultrafalso, etc.).

Polarizar o polarización se encuentra en el lenguaje cotidiano y, particularmente, en el de la ciencia política. Tiene una connotación de ir en direcciones opuestas e, incluso, de franco choque. “La sociedad está polarizada” y “No hay que polarizar” son frases que los medios de comunicación recogen de los políticos.

La polarización política tiene efectos en la convivencia social y en la probabilidad para construir acuerdos, el más grave es la aparición y agudización del conflicto. Las divisiones étnicas, económicas, territoriales potencian el surgimiento de disputas y aceleran la incapacidad de escucha hacia los otros.

En la literatura de la ciencia política referente a los partidos políticos, referirse a la polarización es hablar de la dispersión de estas organizaciones en un eje izquierda-derecha, recordando que la dinámica ideológica de partidos y personas es flexible y cambia.

La polarización puede “congelar” los acuerdos llevando, en ocasiones, a la parálisis institucional y poner en riesgo la gobernabilidad y la estabilidad del sistema político. Por otro lado, la polarización puede incentivar la participación de los electores en momentos determinados al tener claramente definidas las opciones existentes. Aquí es importante el imperativo afirmativo de poder ya que no hay destino manifiesto. La política, con todo y polarización, es un terreno incierto e impredecible.

Como fenómeno político, la polarización muestra diferencias a nivel individual y colectivo, devela posiciones.

Los acuerdos están fincados en reconocer lo común. La polarización, en su grado más intenso, unida a una posición intransigente, cancela el diálogo y el entendimiento. Ubicarse en los extremos, sin asumir que existen momentos de asentimiento, es desconocer la larga marcha de la humanidad.

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