Tras los comicios de 2024, los liderazgos panistas exhiben visiones contrapuestas sobre el rumbo del partido. Mientras algunos defienden la ruptura con las alianzas, otros advierten que sin unidad, Acción Nacional corre el riesgo de volverse irrelevante
AquíNoticias Staff
La derrota del Partido Acción Nacional (PAN) en las elecciones de 2024 —con apenas 9.1 millones de votos, su peor resultado en veinte años— dejó al descubierto una fractura interna que trasciende los números. La verdadera disputa ocurre hoy entre quienes ven en la soledad partidista una recuperación de la esencia blanquiazul y quienes consideran que romper alianzas es un error que podría sellar su aislamiento político.
El dirigente nacional Jorge Romero anunció el fin de las coaliciones electorales con otros partidos, asegurando que comienza “una nueva era” donde el PAN apostará únicamente por sí mismo. Pero lejos de cerrar filas, la declaración abrió un debate profundo entre las figuras históricas del partido.
Las tres almas del PAN
El exlíder Marko Cortés Mendoza, artífice de las alianzas con el PRI y el PRD, sostiene que deben evaluarse caso por caso:
“La alianza con el PRI dio resultados en 2021, pero en 2024 no fue tan competitiva. Cada elección es distinta y cada estado debe ser escuchado en su propia realidad.”
Su argumento refleja la postura pragmática de quienes ven en las alianzas una herramienta táctica para mantener competitividad ante un escenario sin contrapesos efectivos.
En cambio, Cecilia Romero Castillo, exdirigente nacional, encarna el ala doctrinaria:
“El PAN debe apostar por sí mismo. Las alianzas han desdibujado al partido y a sus personajes.”
Romero defiende la idea de volver a las bases ideológicas —familia, libertad y ciudadanía—, aunque reconoce que la alianza con el PRI buscó evitar que Morena repitiera en el poder. “Nos rebasó la ola corruptora de Morena”, concede.
Más analítico, Luis Felipe Bravo Mena, quien presidió al partido durante la era de Vicente Fox, advierte que las alianzas se “distorsionaron con el tiempo”.
“Al principio tenían propósito; luego se volvieron instrumento de acomodo de élites. El PAN debe abrirse a la ciudadanía y dejar de ser un coto cerrado.”
Bravo Mena propone regresar al espíritu ciudadano del panismo original: candidaturas abiertas, participación social y renovación ética de la política.
Entre la nostalgia y la urgencia
Las voces más críticas provienen del interior del propio panismo calderonista. Juan Miguel Alcántara Soria, exprocurador en Guanajuato, considera “apresurado” el anuncio del fin de las alianzas:
“Sin un gran frente opositor difícilmente podrá asumirse el reto de 2027 o 2030. En América y Europa hay ejemplos claros: cuando la democracia está en riesgo, los demócratas se unen.”
Para Alcántara, el nuevo lema del PAN —“Patria, familia y libertad”— tiene una carga conservadora que desconecta con los jóvenes. “No es atractivo, no convoca, no inspira”, sentencia.
Finalmente, Germán Martínez Cázares, expresidente nacional, fue tajante:
“Aliarse con el PRI fue un grave error. No con el tricolor, sino con la cultura priista que hoy encarna Morena. Debemos combatir el cacicazgo y el presidencialismo.”
Martínez coincide en que las alianzas legislativas pueden sostenerse, pero rechaza los acuerdos electorales: “El PAN debe tener candidatos ciudadanos, jóvenes y comprometidos con causas reales, no con rebaños partidistas.”
El dilema azul
El PAN enfrenta así un dilema identitario: reconstruirse desde su doctrina o abrirse a la pluralidad. Mientras Romero promete un partido “competitivo, digital y ciudadano”, las voces históricas exigen coherencia entre discurso y práctica.
En 2027, Acción Nacional disputará 17 gubernaturas y la totalidad de la Cámara de Diputados. Será la oportunidad de demostrar si el relanzamiento es un renacimiento o el preludio de su irrelevancia.








