El paradigma internacional siempre es susceptible al cambio dependiendo de las tendencias que imperan en las naciones, sobre todo las más influyentes. El caso de Estados Unidos es un gran ejemplo de ello. En la medida en la que la Gestión Trump se enfocó en una postura que llamó patriótica, pero era discriminadora y xenófoba, varios otros países se beneficiaron de mantener posturas más conservadoras. Ahora, la Administración Biden está trabajando intensamente en revertir el impacto que tuvo la política nacionalista que llevó a Estados Unidos a salir de varios acuerdos y organismos internacionales y retomar una posición de liderazgo que busca unificar en lugar de dividir o segregar.
La semana en que se reunió la Asamblea General de la ONU, Biden aseguró que la unidad es la única manera de avanzan en contra de los males que aquejan al mundo en la actualidad. Con una frase icónica para nuestros tiempos «Las bombas y las balas no defienden del COVID-19 ni de sus futuras variantes [ni del cambio climático]. Para combatir esta pandemia necesitamos una acción colectiva de la ciencia y la voluntad política». Con esta postura –además de su compromiso por no usar la fuerza y buscar la cooperación internacional–, refleja de manera práctica algo que en la realidad es mejor, pero bastante más complejo, unión.
Como siempre ha manifestado la ONU, las naciones deben trabajar juntas para atender los asuntos urgentes que se presentan y esta vuelta a la cooperación de parte de Estados Unidos sigue concretándose, no solo con el regreso de ese país a los Acuerdos de París, que estarán por revisarse y actualizarse en la COP 26 a finales de mes en Glassgow. Biden y su equipo siguen demostrando esta firme intención de actuar por la paz, a través de la cooperación y no de las armas. El regreso de Estados Unidos al Consejo de Derechos Humanos dejó constancia de ello, y en las palabras del Secretario de Estado Antony Blinken «Estados Unidos debe sentarse a la mesa y desempeñar en toda su extensión su papel de punta de lanza en la diplomacia».
Este hecho es alentador frente a un pasado que ha sido cuestionable en términos de derechos humanos, con grandes crímenes y violaciones a estos como los casos de Guantánamo, Abu Ghraib e incluso el trato que se les da a las personas migrantes y las terribles imágenes de niñas y niños migrantes separados de sus familias y hacinados en supuestos refugios. La salida de Afganistán es otro botón de muestra sobre como la administración estadounidense esta fortaleciendo su política exterior de «diplomacia implacable» y marcando el punto de inflexión sobre la inercia que la gestión anterior había generado.
Discurso y hechos dan vuelta a la hoja y se refuerza la postura de que el futuro colectivo impera. Esta nueva cara de la política exterior es alentadora. Esperemos que pongan por delante, en todos los aspectos, la defensa y promoción de los derechos humanos, impulsándolos hacia el mundo entero.