Europa, avanza la extrema derecha / Claudia Corichi

Este domingo se celebraron comicios en los 27 Estados miembros de la Unión Europea (UE) para elegir a 720 integrantes de su Parlamento, cuyos resultados muestran un ascenso de partidos ultra que lograron el 25% de los asientos. La propagación del discurso antisistema, xenófobo, negacionista y ultraliberal contrario a los valores que fundaron la comunidad trastoca sus esfuerzos de integración y ampliación.

Por países varía el apoyo. Mientras que en Finlandia y Dinamarca se desploman las formaciones euroescépticas, en Francia e Italia ocupan el primer lugar y en Alemania el segundo. Aunque sostienen una posición política extremista, existen diferencias entre ellos. La francesa Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen mantiene su distancia con los Hermanos de Italia de la primera ministra Georgia Meloni de raíces fascistas y ambas a su vez, con Alternativa por Alemania cuyo líder hace unos días justificó que no todos los miembros de las SS eran criminales.

El Partido Popular Europeo (derecha moderada), los Socialdemócratas, así como los liberales y los verdes suman en conjunto el 63% de los escaños del Parlamento que tiene su sede en Bruselas. Pese a discordias ideológicas, estos bloques han mantenido alianzas para destrabar asuntos torales que impactan en la vida política, social, económica y hasta cultural de naciones con un pasado turbulento.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Europa se hallaba en el limbo. La creación de un mercado común primero y de un proyecto de integración después, ha dado sentido y prosperidad a una región tan diversa de 450 millones de habitantes que hoy vive momentos de definiciones y que ha sido sacudida por el ascenso de partidos de extrema derecha que reclaman a la “burocracia” de Bruselas de tomar decisiones contra los intereses y aspiraciones de la mayoría.

Estas formaciones antieuropeas abogan por cerrar las fronteras a inmigrantes y refugiados, a limitar el comercio intrafronterizo a productos agrícolas, a eliminar los subsidios al campo, a hacer más restrictivo el espacio Schengen que permite la movilidad sin necesidad de pasaporte entre ciudadanos de la UE y sobre todo, a sepultar la política que ha dado estabilidad económica y social a la Europa de posguerra, el estado de Bienestar.

Se ha polarizado el debate sobre derechos humanos, libertades, justicia y progreso social en varias naciones. Antonio Costa en Portugal fue destituido como Primer Ministro ante acusaciones de corrupción que meses después resultaron falsas. En España el PP y Vox insisten que Begoña Gómez, esposa del presidente Pedro Sánchez, cometió el delito de corrupción; él defiende lo contrario. Aunque la ultraderecha ha sido contenida en la Península Ibérica, ha cobrado fuerza en Alemania y Francia cuyo mandatario se ha visto obligado a disolver la Asamblea y convocar elecciones.

La Unión Europea es el proyecto más exitoso de integración regional en el mundo, pero hoy su cohesión vive momentos críticos. El Brexit fue un primer aviso de fragmentación y el inminente ingreso de Ucrania ha generado resquemores internos. Su gestión de la crisis migratoria ha provocado un rechazo antes inimaginable en países progresistas como Suecia y Alemania.

Si bien esto debe alertar a la izquierda global, lo cierto es que en ningún movimiento que niegue los derechos humanos y las igualdades deberá ser la opción mayoritaria por el bien de la humanidad.

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