«La mujer que inspira amor es una diosa, y merece culto como tal». Robert Graves.
Hay extremistas de la neutralidad. Imposible serlo en un tema que hoy ocupa la consciencia colectiva internacional. En 1949 Simone de Beauvoir escribió [El segundo sexo], considerado la «Biblia del feminismo». Se tradujo a varios idiomas. En E.U. se vendieron un millón de ejemplares. Este ensayo es considerado como el gran referente de la corriente denominada «feminismo de la equidad». Apunta que la tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios. Muchas de las características de las mujeres no les vienen de su genética sino de cómo han sido educadas y socializadas. Una frase célebre resume esta teoría {No se nace mujer: llega una a serlo}. La feminista francesa luchó por la igualdad de derechos, la despenalización del aborto y las relaciones sexuales. Definió el feminismo como «una manera de vivir individualmente y una manera de luchar colectivamente». Hanna Rosin escritora estadounidense nacida en Israel se preguntó hace algunos años si las mujeres poseen características que las harán dominantes en la sociedad postindustrial y en la era de la información. Concluye que las décadas por venir estarán definidas por el ascenso de las mujeres, y que » los sistemas económicos que están cobrando fuerza en el mundo dependen más de los atributos femeninos que de las características masculinas». También nos dice que las mujeres acaban sus carreras en más alta proporción que los hombres, y que la sociedad de la información nivela el terreno de juego entre los sexos. «Las economías postindustriales valoran habilidades como la inteligencia emocional y social, comunicación abierta y capacidad de concentración, que no son predominantemente masculinas». Y sí, en China, por ejemplo, 40% de las compañías pertenecen a mujeres. En Corea del Sur, un país históricamente patriarcal, la entrada de las mujeres a la fuerza de trabajo, llevó a cambios sustantivos en las leyes y costumbres. Se hace normal lo que antes era impensable, divorciarse, obtener la custodia de sus hijos, heredar propiedades, conservar su propio nombre, etc. México, al igual que otros países, se está convirtiendo en un matriarcado de facto, donde la mayor parte de las decisiones se toman ante la ausencia física o económica de los varones. Cuando la fuerza física se vuelve un factor secundario para el éxito, las mujeres levantan la mano y desempeñan con solvencia sus responsabilidades. Su estilo de liderazgo es, por así decirlo y con excepciones, más incluyente y consensual. No tengo duda, conforme pase el tiempo serán más independientes y más competitivas. Las sociedades que han aprovechado el talento de hombres y mujeres son los más exitosos en la actualidad. La OCDE dice que mientras más grande sea el poder de las mujeres mayor será el desarrollo económico. Mientras más grande sea la presencia femenina en la fuerza de trabajo, mayor será la capacidad de crecer y de competir exitosamente en los mercados internacionales. Por fortuna, hoy vemos a mujeres mexicanas, por méritos propios, en importantes cargos en innumerables profesiones, en la economía y en la política, incluso en aquéllas «reservadas» mayoritariamente a los hombres, como las ingenierías, la computación, etc.
No puedo dejar de mencionar a una mujer excepcional, doña Amalia de Castillo Ledón quien alimentó y moldeó el «feminismo de Estado». Representó a México ante la OEA en 1948, primera mujer embajadora de México. Primera mujer miembro de un gabinete presidencial con Adolfo Ruiz Cortines y López Mateos. Primera mujer en dar el grito de independencia en Dolores Hidalgo. Fundó el Ateneo Mexicano de Mujeres y el Club Internacional de Mujeres en 1932. Luchó y logró concretar con un grupo de mujeres el derecho de la mujer a votar y ser votada en elecciones federales y se concretó con el decreto de Ruiz Cortines en octubre de 1953. Sin duda fue la mujer con mayor poder y visibilidad dentro de la élite política del siglo XX mexicano. Su influencia se extendió a los presidentes Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Ávila Camacho, Miguel Alemán, López Mateos, Díaz Ordáz y de manera tangencial con López Portillo. Combatió el falso paradigma de que el ejercicio electoral de las mujeres y la defensa de sus derechos llevaría al abandono del hogar y la familia, creencia que aún hoy día prevalece en muchos sectores de la sociedad. Tampoco dejó de subrayar que la lucha no era en contra de los hombres sino contra un sistema machista y opresor. Recojo un fragmento de su prolífico pensamiento, un recordatorio de que nuestras diferencias, lejos de dividirnos, nos hacen fuertes y a no bajar los brazos en la lucha por la grandeza de México. «El día que las mujeres ocupen puestos de altura, respaldadas por una mayoría de mujeres y apoyen con su esfuerzo el bienestar común, ese día y sólo ese día, podemos decir que la mujer mexicana ocupa un sitio de dignidad social».