Desde muy pequeña ha dedicado su tiempo y esfuerzo para honrar su cultura, la zoque. Hoy en día es una maestra danzante retirada, sin embargo, sigue siendo guardiana de sus tradiciones
Arnold Jarquín / Aquínoticas
Una casa tuxtleca tradicional. La sostienen vigas de madera, cubiertas por tejas de barro. Al interior y sobre la mesa un vaso de pozol, bebida tradicional que en ese hogar nunca ha faltado. En el altar dos camarines que resguardan imágenes religiosas y una veladora encendida.
Es la casa de Flor de María Velázquez Estrada, mujer zoque que por muchos años sirvió a la mayordomía como maestra baile, cargo religioso que se otorga a las mujeres en la estructura tradicional y festiva de esta cultura.
Sentada en una silla de madera, sus manos pequeñas sostienen fotografías de las veces que bailó en las iglesias y calles de Tuxtla. Tiene 71 años y la movilidad de sus pies ya no es la misma. Con un semblante de nostalgia recuerda que la última vez que bailó fue hace cinco años.
La maestra Flor nació en Tuxtla Gutiérrez el 19 de febrero, mes en el calendario de festejos de las Instituciones tradicionales celebran el carnaval zoque de tuxtla. Creció en una familia donde siempre estuvieron involucrados con los cargos tradicionales. Su madre priosta, cargo mayor en la mayordomía. Su padre danzante del Tata Jamá o padre sol.
«No hay herencia más bonita que podemos recibir que la tradición, mi abuelo, mi abuela,mi papá, mi mamá, desde que era una niña me llevaban a visitar a la virgen, a los seis años ya bailaba las danzas zoques vestida de la lunita o alacandú «
Se queda callada por un momento, mientras su nieta de tres años le pide pozol. Entra a su habitacion y regresa con un sombrero negro aterciopelado. Se coloca el sombrero, vuelve a sentarse y explica el ritual que realizaba para los preparativos del atuendo tradicional: listones, pañuelos, nahuilla, huipil, huaraches y el charro. En las vísperas de cada fiesta.
«Los días de fiesta le pedía a la virgen que terminara pronto la venta de mi pozol para regresar luego a mi casa y luego ir con mis comadres a las fiestas donde nos invitaban a bailar y agradecer a la virgen»
A los 12 años participó por primera vez como yomoetzé; danza de las mujeres. Después recibió el cargo de maestra de baile, para liderar el grupo de mujeres danzantes en las fiestas que eran amenizadas por tambor y pito. Otras mujeres eran las encargadas de servir la comida y el pozol.
«Las celebraciones eran muy alegres había comida para todas las personas, servían pozol, tocaba la marimba, pasaban tinas de tamales, flores y mucho baile»
Se quita los lentes, dice tener problemas de la vista. Posa para una fotografía con el sombrero a lado de su nieta quien está escuchando la conversación. Cuando sus hijos eran pequeños, de la misma edad de su nieta, se dedicaba a la venta de pozol y empanadas como muchas mujeres tuxtlecas.
Por las noches doraba el cacao, quebraba la canela, tres de la mañana encendía la leña, cocía el maíz, iba al molino, regresaba con la masa, preparaba el pozol y picaba el repollo para las empanadas.
Flor de María, quien fuera maestra baile del carnaval zoque por muchos años, sabe que por su condición actual de salud no puede regresar a bailar pronto. Agradece que los convites en días de celebración dancen afuera de su casa, disfruta ver a la nuevas generaciones, especialmente a su hijo Jorge de La cruz, quien continúa la tradición como maestro músico.