El 25 de julio de 1925 nació en Fort-de-France, Martinica, Frantz Fanon. Su nombre cobra relevancia en el siglo XXI a la luz de uno de los impostergables problemas de la humanidad: el colonialismo. Porque, aunque no lo parezca, ese múltiple de sistema dominación se mantiene vivo.
Como escribió Jaime Ortega, Fanon colocó “cuerpo y corazón, pero también cerebro e imaginación” en la lucha contra el colonialismo. Es decir, se comprometió con la liberación de las mujeres y de los hombres inmersos en situaciones de opresión. Acaso, la liberación del ser humano pueda ser considerado su tema de reflexión más significativo.
La máscara de la igualdad oculta la realidad que el Derecho aún no logra modificar: la división de unos y de otros, a partir de elementos que no debieran ser considerados salvo para celebrar la diversidad: religión, color de piel, preferencia sexual, origen, educación, y los que se le ocurran a usted, porque para encontrar características que sirvan para segregar sólo hay que tomar lápiz, papel y echar a andar la imaginación. Más aún, cuando esas divisiones ocurren a partir de la hegemonía de los países que dividen y ordenan el mundo deviene en una situación estructural inadmisible para la dignidad humana.
Fanon considera que la liberación es acción que impacta en la subjetividad y en los cuerpos de los oprimidos, a la manera en que ocurre el colonialismo en tanto proceso violento que permea formas de entender la realidad y se apropia de los cuerpos. Para descolonizar hay que desordenar. Como dice en Los condenados de la Tierra: “La descolonización que se propone cambiar el orden del mundo es, como se ve, un programa de desorden absoluto. Pero no puede ser el resultado de una operación mágica, de un sacudimiento natural o de un entendimiento amigable. La descolonización, como se sabe, es un proceso histórico: es decir, que no puede ser comprendida, que no resulta inteligible, traslúcida a sí misma, sino en la medida exacta en que se discierne el movimiento historizante que le da forma y contenido.”
Quien es colonizado pierde su sentido, horizonte y existencia. Es cierto: Fanon habló sobre la violencia, incluso, la señaló con un medio legítimo. Era partidario de la violencia, porque, a su juicio, para revertir la condición de opresión y colonialismo no podía hacerse sin recurrir a los mismos métodos con la que se había impuesto. En esta centuria, más que la violencia, el diálogo a partir de reconocernos humanos, aunque a algunos se les quiera despojar de esa condición, es el medio y el fin. Fanon provee argumentos para robustecer los debates. Fue un hombre de ideales, sigámoslos.
A un siglo de su nacimiento, la revolucionaria reflexión de Fanon permanece. En distintos lados del mundo, el colonialismo está actuante y, en otros, como en Latinoamérica y el Caribe, aunque no hay movilización de tropas, procesos relacionados con aquel persisten y se actualizan.