Galimatías / Ernesto Gómez Pananá

Límite

Ya ha abierto el día aunque el sol aún no calienta. El termómetro marca 13 grados y la sensación térmica puede que ronde los 10 grados. En el sonido local, se llama a acercarse al punto de arranque, varias docenas de entusiastas listos para zambullirnos. Cuenta regresiva, el oleaje demanda máxima atención para conservar la posición de partida. Se escucha fuerte el “tres, dos, uno”, arranca el contingente de humanidades chapoteantes peleando la delantera: nada, absolutamente nada se compara a esta descarga de adrenalina en el cuerpo. La respiración se acorta, los músculos se tensan y las pupilas se delatan. Es la guerra contra los límites propios, contra el cuerpo y contra los miedos, es llevar la capacidad al límite por el mero gusto de hacerlo. Es sentir el agua, inicialmente fría y hostil, en ocasiones furiosa. Sus olas, el viento, el fondo cuasi infinito del lago que no se alcanza a distinguir.

Conforme avanza la ruta, el cuerpo se ablanda, las olas golpe a golpe martillan en brazos y hombros y son como un rudo recordatorio de lo insignificantes que somos frente a esa inmensidad colosal. Gradualmente el cansancio surge: la espalda, las piernas, el abdomen, el cuello. Todo duele. El cuerpo continúa su trabajo como en piloto automático mientras la mente se divide en dos. Una parte controla trayecto, ruta, frecuencia, distancia. La otra parte viaja, viaja lejos, se sumerge en inmensidades que únicamente una experiencia de esta clase permite: la mente se va, imagina, piensa, vuela. Se libera. Es como un yoga para inexpertos.

Para la mitad de la ruta -de un total de cinco km- ya no se siente frío. La temperatura del cuerpo es la misma que la que tiene Tziscao y las brazadas figuran pasos de baile en los que con las manos se toca el agua y al apoyarlas, el agua se convierte en pareja que nos sigue el ritmo: a más frecuencia más avance, a brazadas más largas mas desliz, a poca concentración pérdida de ritmo y ruta. Como en el baile, como en la vida.

Tziscao es el más grande de los lagos que conforman el Parque Nacional Lagos de Montebello. Es una sitio de agua color turquesa en medio de un bosque de coníferas, en el municipio de La Trinitaria. Representa uno de los principales atractivos turísticos de la región, una bellísima formación milenaria de roca y agua dulce de origen volcánico, con una profundidad de hasta cuarenta metros.

Este domingo tuvo lugar la quinta edición del torneo de natación de aguas abiertas, “Cruce Tziscao”, ahí, en las heladas aguas de esa maravilla natural. Felicitaciones a todos y todas los participantes. Hace falta osadía para aventurarse en esas aguas. Gracias Tziscao por esta dosis de vida.

Oximoronas único. El Galimatías de hoy va dedicado a mi maestra Amanda Moguel, una mujer enorme a quien agradeceré eternamente todas sus lecciones de natación y de vida. Mi cariño siempre profe.

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