Hace algunos meses comenté que, durante el tiempo de mi encargo público, estos Galimatías semanales abordarían temas distantes de la política pública nacional y local: Para defender o abogar por ello, la mejor evidencia debe ser el desempeño personal y no los medios.
No obstante, ello, en el texto de hoy hago una excepción. Quiero compartir mi reflexión respecto de un asunto de agenda presidencial que pudiera parecer trivial pero -desde mi perspectiva- trae consigo un par de simbolismos de gran envergadura -o gran calado como se puso de moda adjetivar el sexenio pasado-. Me refiero a la cancelación de los puentes cívicos.
Retomo antecedentes. En el calendario laboral-escolar se marcan, desde hace décadas, fechas históricas importantes que ameritan la suspensión de actividades: 21 de marzo, cinco de febrero o 20 de noviembre.
Hasta antes del sexenio de Vicente Fox, las fechas cívicas importantes en México se conmemoraban en su fecha precisa, suspendiendo actividades. Esto implicaba que si la fecha en cuestión caía en martes o jueves, por ejemplo, generaba un puente de facto porque había quienes se tomaban de una vez el día intermedio y alargaban así su puente.
En el año 2005, el presidente Fox cambió la norma y estableció que la suspensión de labores por estas tres fechas cívicas pasaría al lunes previo para generar tres fines de semana largos que propiciaran la convivencia familiar y estimularan el turismo.
Hasta ahí la idea considero es relevante y oportuna. Un acierto.
A inicios de esta semana, el presidente López Obrador señaló que propondría al legislativo regresar las suspensiones por efemérides a los días originales. Su argumento: las y los niños no conocen del porqué de las suspensiones de clases, no conocen sobre la Constitución promulgada el cinco de febrero del 17, no del natalicio del Benemérito de las Américas -mucho menos del significado de la palabra Benemérito- o de lo que fue la revolución mexicana y su relación con el 20 de noviembre.
El presidente apunta a la importancia de que las nuevas generaciones conozcan de su historia y de la relevancia de fomentar el amor patrio. De nuevo considero casi imposible disentir. El planteamiento es generoso.
Mi duda de arranque está en si el hecho de suspender las clases el día preciso, miércoles cinco de febrero, por ejemplo, en vez del lunes previo, abonaría realmente a que se conozca más del motivo de la suspensión.
No omito mencionar, además, que el sector turístico levantó rápidamente la mano señalando que esto perjudicaría su ocupación y sus utilidades.
Pero vuelvo al punto. Si el 5 de febrero cae lunes, martes o el día que sea, pero no hay clases, la posibilidad de fortalecer el conocimiento de la historia no se concreta. Pienso que hay una tercera vía concurrente y empática.
Si la idea es fortalecer en los y las niñas el conocimiento de la historia, qué mejor que realizar, en las fechas precisas, ceremonias cívicas con mayor fondo, espacios donde el alumnado verdaderamente conozca del porqué de la suspensión de clases. Del porqué esa fecha es «tan importante» como para ameritar suspensión de clases, cierre de bancos y oficinas.
En complemento, el lunes previo o posterior, como sucede en Colombia o Argentina, se suspenden labores y se construyen entonces los fines de semana largos que benefician al sector turístico. Lo mejor de ambos mundos.
Por otro lado, y con esto cierro esta larga columna: AMLO es figura polémica y controversial. Amada por tirios y defenestada por troyanos, pero hay algo que no puede negar ninguna de las partes: el presidente es un genio de la comunicación. Establece la agenda, pero no solo eso. Arrasa con el modelo anterior, lo cambia por el propio y obliga a todos a correr a su paso y a su modo, mientras, también a su modo, escribe su capítulo en la historia, uno en el que, generaciones venideras conocerán de cuando se rifó el avión presidencial, así como nuestra generación supo de los donativos para pagar la expropiación petrolera o nuestros padres del referéndum estatal para pertenecer a México o ser una nación independiente. No hay antecedente en la historia reciente de un primer mandatario que se haya metido de este modo a la historia, buscando crear sus propios mitos. Aquí el segundo simbolismo.
Oximoronas. El Coronavirus avanza, hay alarma sanitaria y económica. Es la Peste en tiempos del internet y del genoma. La naturaleza tiene sus propios modos y aunque parezca que no, genera equilibrios y pasa facturas.