Hipocresía castellana
Hace un par de semanas, se inauguró en el zócalo de la Ciudad de México una maqueta monumental del Huey Teocalli, parte de lo que conocemos como Templo Mayor que se localiza ahí mismo, a un costado de Palacio Nacional. Este acontecimiento forma parte de una serie de acciones que conmemoran los quinientos años de la llegada de Hernán Cortés a Veracruz. De ahí hasta hoy, cinco siglos de desencuentros, combinaciones, imposiciones y fusiones. Miles de páginas se han escrito alrededor de Cuauhtémoc, los españoles, La Malinche, los tlaxcaltecas, la Noche Triste, Tonantzin y este ser o no ser tan nuestro: los hijos de la chingada, viviendo en un país que habla fundamentalmente en castellano, que no se asume indio pero tampoco español, que venera el pasado azteca pero niega derechos a sus sucesores. Profundo y complejísimo galimatías humano éste el mexicano.
El tema demanda mucho conocimiento y cientos de páginas para aportar algo nuevo y profesional. Comparto solo un par de reflexiones personales.
Indios: Ancestros idolatrados. Presente ignorado.
En este México contemporáneo, se habla con «orgullo» de la raza de bronce, los futbolistas en su uniforme estampan el Calendario Azteca, celebramos la muerte con cempasúchil y nombramos a nuestras calles con palabras en lenguas náhuatl o maya. Veneramos un pasado indígena épico, nos asumimos herederos del bando avasallado en la conquista, compramos la versión en la que «fuimos los derrotados» y pasamos de largo el color de nuestra piel y nuestros apellidos, que están igualmente cerca de Castilla o Navarra que de Xochimilco o Mitla. Eso sin mencionar nuestro modelo de convivencia, ese en el que veneramos aquel pasado indio mientras tomamos ventaja -como «conquistadores- de sus herederos directos en el presente. Basta mirar alrededor para comprobarlo.
Nación multicultural-Nación de una sola lengua.
En esa misma línea, el idioma en el que centralmente se comunica este país es también el de los conquistadores. Podemos usar palabras de origen prehispánico pero siempre como parte de la comunicación en «nuestro» idioma español. Cualquiera que nace otomí, tseltal, raramuri o maya termina obligado a aprender castellano para poder comunicarse fuera de su entorno inmediato: el español es la lengua principal y casi única en nuestro país y para visitar al médico, para formarse como ingeniero o como economista, para sacar un pasaporte o para mirar una película en el cine, es menester el dominio del español.
México es muchos Méxicos y cinco siglos después, lo que urge es asimilar y empezar a construir una nación auténticamente multicultural y multilingüe. Lo sucedido hace cinco siglos ya es historia y debiera ser útil como experiencia y aprendizaje para reconciliarnos con nuestro presente.
Oximoronas. Habemus Mesa Directiva y Junta de Coordinación Política en San Lázaro, el Frente Opositor y el megabloque Morena-Aliados lograron acuerdo, gana la democracia y gana México.