Tierra bendita I
Hace dos semanas, presenté un primer recuento de acontecimientos emotivos del año que está por concluir. En esa misma línea de hechos positivos, comparto dos bendiciones gastronómicas surgidas en esta tierra y que son sin duda un milagro de la naturaleza. Me refiero al mango Ataulfo y a la Papausa.
El mango Ataulfo es uno de los dieciocho productos mexicanos con denominación de origen.
En esta corta lista figuran desde luego el tequila y el mezcal, también la vainilla de Papantla, el cacao del Grijalva y la laca de de Olinalá. Representando a los chiapanecos encontramos al ámbar, al café, y al mango Ataulfo.
Pero qué es la denominación de origen, quién la otorga y cómo se obtiene.
En nuestro país, la Denominación de Origen (DO) la otorga el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, a solicitud de la parte interesada y para obtenerla, es necesario demostrar que la calidad y/o las características del producto para el que se solicita el dictamen están relacionadas directamente con la región geográfica donde se produce. Tequila de Tequila, habanero de Yucatán o arroz de Morelos. El primer producto mexicano en obtener este sello -en 1974- fue justamente el destilado de agave azul que se produce en Jalisco.
En torno a la creación del mango Ataulfo existen diferentes versiones. Hace un par de semanas pude conocer de primera mano la versión real de cómo surge. Aquí un resumen:
El primer antecedente de la existencia de esta bendición de sabor dulce y hermoso color amarillo intenso data de 1946, cuando en el predio de don Ataulfo Morales, joyero oriundo de Comitán pero avecindado en Tapachula, producto de la casualidad -deus ex machina tal vez- compró un terreno en el que ya eran adultos cinco árboles de una clase de mango no identificada pero de características extraordinarias.
Eran tiempos en los que El Soconusco concentraba sus esfuerzos en producir café, algodón y caña de azúcar y el mango, del que podían identificarse hasta 32 clases distintas, no representaba mayor potencial, pero fue a partir de la curiosidad del ingeniero Héctor Cano Flores, delegado entonces del Instituto Mexicano del Café en el estado, que se realizaron los primeros estudios para conocer y clasificar las numerosas variedades de mango existentes entre la zona y en esa exploración es que se identificó un fruto originalmente clasificado como variante I.M.C. M2 pero que para efectos prácticos fue llamado Ataulfo, por provenir de los terrenos antes propiedad de don Ataulfo Morales.
El mérito pues es en principio de la madre tierra, aunque sin duda el esfuerzo de don Héctor Cano fue esencial para que en la década de los ochentas creciera su cultivo y finalmente en el año 2004 se concretara la Denominación de Origen. Fruto bendito producto de la polinización natural, mezcla y heredero de los mejores sabores de Chiapas y Centroamérica e incluso hay quien dice que también el oriente, específicamente del mango de Manila, llegado al Soconusco junto con las oleadas de familias orientales que a mediados del siglo pasado migraron a esa región.
La próxima semana, un breve relato en torno a la Papausa, el Papause o Le Papause. Habrá qué discutirlo, siempre sin poner en duda que se trata también de otra maravilla exquisita producida en esta tierra.
Oximoronas: Hoy quiero enviar desde esta columna dos enormes abrazos. Uno para mi amado Paco Gómez Maza, hermano de mi padre y segundo padre para mi. Hoy está celebrando un año más de su vida plena que es ejemplo para mi de libertad y gozo cada día. Muchos años más así galán.
Otro más para Blancolla Pananá, consejera y cómplice incondicional. Lectora regular del Galimatías que me bendice con sus preguntas que me honran y a las que procuro responder con la seriedad y amor con los que ella me explicaba el mundo -sobre todo el del «espectáculo»- cuando yo era un niño.