Genocidio ante los ojos del mundo / Claudia Corichi

Se ha cumplido un año de la masacre cometida por Hamás que incursionó en suelo israelí y asesinó a más de un millar de personas aquel fatídico 7 de octubre. Es el mismo tiempo que lleva Israel arrasando el minúsculo enclave de Gaza con una desproporcionada represalia que hasta ahora suma 42 mil muertes de palestinos, la gran mayoría mujeres, niñas, niños.

La acción terrorista de Hamás se ha convertido en la justificación ideal para que la maquinaria de guerra del Estado hebreo destruya edificios y castigue a una población entera aun cuando dice atacar sólo a las células terroristas. Ha abierto siete frentes en Medio Oriente con consecuencias devastadoras para millones de personas con el propósito de crear (más bien imponer) un nuevo orden regional. Arrasada Gaza, ahora toca el turno del Líbano.

Desde ahí, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, ha denunciado violaciones del derecho internacional humanitario por la manera en que Israel lleva a cabo sus bombardeos. El tormento es cruel: más de 2 mil personas han perdido la vida en Líbano, como consecuencia de la invasión terrestre y los incesantes bombardeos con un millón de desplazados (una quinta parte de su población) y 10 mil heridos en apenas dos semanas.

El 26 de septiembre desde la tribuna de la ONU en Nueva York, un desafiante Benjamín Netanyahu, alardeó ante el mundo sus planes bélicos. Y como se dice coloquialmente, no dejó títere con cabeza. A los “tiranos de Teherán” les advirtió que, si los atacan tendrán la misma respuesta; acusó a Naciones Unidas de ser “una farsa” al aprobar resoluciones que condenan la violencia de su país contra los territorios palestinos y alejó cualquier posibilidad de un alto al fuego.

El fin supremo de su arremetida militar es claro. Por un lado, quieren estrechar los territorios donde reside la población árabe mediante el desplazamiento de cientos de familias aterrorizadas por el ataque inmisericorde de misiles y bombas de última generación y por otro, continuar con la ocupación ilegal de esos territorios con colonos judíos que exigen más espacio y dominio.

El genocidio es innegable e injustificable por donde se le mire. Se calculaba que el brazo armado de Hamás tenía entre 20 y 30 mil combatientes en Gaza. Si se considera que el número de personas asesinadas por la desproporcionada ofensiva israelí supera las 42 mil, entonces queda claro que la doctrina de Netanyahu y sus socios de gobierno no se dirige contra ese grupo terrorista, sino al exterminio de la población palestina que considera contraria a su destino manifiesto.

Desafortunadamente, el futuro no parece favorable. Estados Unidos principal patrocinador de la guerra de Israel ha dicho en voz del propio Presidente Biden, que continuará enviando armas y munición a aquella nación, lo mismo que Trump y Kamala que no tienen dudas en seguir apoyando la estrategia belicista en caso de ganar. Por el contrario, el mandatario francés ha pedido el cese del suministro de armas.

La guerra en Medio Oriente prosigue ante la inacción de las principales potencias, una realidad que confirma que vivimos en una era de impunidad donde el silencio es inaceptable. Más allá de tanto odio, la humanidad tiene que buscar un rayo de esperanza.

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