Gentrificación de «San Cris»: turismo sí, pero ¿a qué costo?

El encanto turístico ha traído consecuencias invisibles: barrios tradicionales vacíos, rentas impagables y una ciudad que pierde su alma sin que nadie ponga freno

Por AquíNoticias

En San Cristóbal de Las Casas, el turismo no solo camina, también compra, remodela y desplaza. El fenómeno de la gentrificación, largamente debatido en metrópolis como Ciudad de México o Guadalajara, ya ha echado raíces en esta ciudad chiapaneca, alertan especialistas en urbanismo. Y lo hace con la elegancia de un hotel boutique, pero con el impacto silencioso del despojo: familias que dejan sus casas del centro histórico ante la presión de un mercado inmobiliario cada vez más voraz.

“La comunidad que habitaba el primer cuadro de la ciudad ha sido desplazada”, afirma el arquitecto Rodolfo Fabián Ozuna Espinosa, miembro del consejo municipal de ordenamiento territorial. Lo que antes eran viviendas tradicionales hoy son hoteles, cafeterías o tiendas para turistas. Y aunque barrios como El Cerrillo o Cuxtitali aún resisten, el riesgo ya está presente.

Para Ana María Pérez Álvarez, arquitecta y especialista en movilidad, el desorden urbano ha incentivado reventas y rentas elevadas. No se trata solo de vivienda: se trata de que vivir en el centro se ha vuelto económicamente imposible. “Ya hay rentas de 40 mil o 50 mil pesos mensuales. ¿Quién puede pagarlas si no es el turismo o el extranjero?”, cuestiona.

San Cristóbal, a tres años de cumplir medio milenio, ha crecido más del 50 por ciento en apenas dos décadas. Pero no con orden. “El crecimiento irregular y la falta de planeación están empujando a la población original a la periferia”, sostiene Pérez Álvarez. La consecuencia: más asentamientos irregulares, más problemas de movilidad, más inequidad.

El debate también cruza posturas. El arquitecto Jorge Alberto Ruiz Cacho, exdelegado del INAH, considera que el concepto de gentrificación “no aplica” a San Cristóbal por su traza urbana. Pero aunque el término suene extranjero, el fenómeno es tangible: desplazamiento, pérdida de identidad barrial, presión inmobiliaria.

La clave, coinciden los especialistas, no es semántica, sino política. “Primero se tiene que reconocer que ya es un problema”, advierte Ozuna. El llamado a las autoridades es claro: regulación del uso de suelo, políticas públicas de vivienda y una planeación urbana con visión social.

Porque si San Cristóbal sigue vendiendo su alma al mejor postor, pronto quedarán solo las fachadas. Y la ciudad, convertida en escaparate turístico, perderá aquello que la hacía única: su gente.

Con información de La Jornada

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