“Aquel que gobierna por medio de su excelencia moral puede compararse a la estrella polar, que permanece en su sitio en tanto todas las demás estrellas se inclinan ante ella”.
Confucio.
Muchos teóricos a lo largo de la historia han coincidido que el gobernar e influir en la masas sociales es un arte, que la persona gobernante nace con la virtud intrínseca para conducir a sus gobernados por el camino del progreso y el bienestar, o también, como muchos han sido los casos, conducidos a su ruina y fracaso; pero es importante que tengamos claridad en dos conceptos similares pero distantes en su concepción de forma y fondo; la definición de “Gobernar” parte de “guiar y dirigir; mandar con autoridad o regir algo; dirigir un país o una colectividad política”, mientras que “Gobernabilidad” se define como “la capacidad de ser gobernable y la relación que se manifiesta cuando existe un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos de atender éstas de forma eficaz, estable y legítima”.
Esta reflexión personal parte de la siguiente premisa, Gobernar no es sinónimo de Gobernabilidad, no así a la inversa, ya que para que exista gobernabilidad debe confluir con su conductor o líder, en este caso llamado gobernante; y es que, partiendo de los ejemplos inmediatos de gobiernos pasados, en el sexenio de Felipe Calderón se tuvo como estrategia principal el combate frontal al narcotráfico, líneas de acción que desencadenaron una destrucción progresiva del tejido social nacional, impactando de manera directa en la estabilidad social y política del país, pero sobre todo en los núcleos fundamentales de la sociedad que son las familias, lo cual generaba pánico, incertidumbre, desplazamiento y lo más grave, enfrentamientos constantes que daban como resultado miles de lamentables pérdidas humanas.
El otro ejemplo, es el gobierno de Enrique Peña Nieto, el cual estuvo marcado por diferentes hechos de corrupción de su círculo cercano, así como flagrantes violaciones a los derechos humanos, resaltando el escándalo internacional que ocasionó la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, que, hasta la fecha, con la actual administración se declaró como un crimen de estado, perpetuado por diferentes corporaciones institucionales.
La importancia de hacer una breve remembranza es con la finalidad de tener los parámetros de diferenciación muy claros entre un sistema político basado en el neoliberalismo, y el actual Gobierno que tiene como bandera principal la transformación de la vida pública del país; y es que, si bien es cierto, son muchos los factores que influyen para que un conductor o gobernante pueda atreverse a realizar fuertes cambios en el statu quo sin que esto ocasione golpes perpetuados por aquellos que mantienen intereses económicos y políticos en el territorio mexicano, lo que a la postre, ocasione estallamientos sociales o manifestaciones en aquellos sectores agraviados.
La política de masas resulta indispensable para acompañar cualquier cambio que altere la estabilidad o normalidad de las cosas, en este caso, lograr grandes reformas y modificaciones a las formas de gobierno requerirá de un gran nivel de aceptación con los gobernados; diálogo permanente con los diferentes sectores que influyen en la estabilidad del país, económicos, políticos y empresariales; mantener una buena relación internacional, diplomática, cordial y con respeto a las soberanías; que a mi parecer son preceptos políticos que caracterizan a nuestro hoy presidente López Obrador.
Pero vamos de lo general a lo particular, en Chiapas, con un territorio tan extenso, donde convergen diversas culturas con tradiciones particulares, que en muchos casos son dirigidos por usos y costumbres, donde la máxima voz es mediante asamblea popular, históricamente han sido marcadas por la pobreza y marginación sistemática; por ende, resulta un reto mayúsculo poder mantener la estabilidad y buena relación con las diferentes expresiones comunales o municipales; ya que como bien sabemos, en años anteriores la mayor parte de las problemáticas que sucedían en el día a día, eran atendidas con una visión administrativa, sin atender las causas que lo originaban, logrando con esto mantener una pacificación temporal o ficticia, pero que con el paso del tiempo seguían latentes.
Es hasta nuestros días, con esta nueva visión de hacer política, que se comienza a vislumbrar una nueva etapa esperanzadora, donde el principal objetivo gira en atender las causas históricas de manera prioritaria, para así lograr, una gobernabilidad permanente que permita el progreso colectivo y la tan ansiada justicia social en todo el territorio chiapaneco.
Para esto, cada vez más, necesitamos cuadros conductores, con preparación y experiencia, con oficio político y sensibilidad ante la injusticia, con amor a su pueblo y sus orígenes, pero con una enorme vocación de transformar la realidad de las cosas, para que un día podamos decir que gobernar es sinónimo de gobernabilidad en todo Chiapas y México, donde no exista marginación ni pobreza, donde se atienda el desplazamiento interno y seamos garantes de la protección irrestricta a los derechos humanos de todas y todos; en el que logremos un estabilidad social permanente distinguida por su método de solución mediante el diálogo y nunca la violencia, pero claro, ese será un reto que le tocará librar al relevo generacional que impulsa la 4ta Transformación, relevo que ya se alcanza a vislumbrar en el Porvenir de nuestra patria.