Este lunes Oxfam presentó un crudo informe sobre la desigualdad en el mundo acuñando el término policrisis que resume las tribulaciones que viven las sociedades en todo el planeta por la inflación, pobreza, colapso climático y los efectos de la pandemia.
La ONG sostiene que por primera vez en 25 años, la riqueza y la pobreza extremas han aumentado notablemente de forma simultánea aún con el azote del Covid y el conflicto bélico en Ucrania. Lo ilustra de la siguiente manera: dos tercios de la nueva riqueza generada a nivel global han ido a parar al 1% más rico a partir de 2020. Desde entonces la fortuna conjunta de los millonarios ha aumentado a un ritmo diario de 2 mil 700 millones de dólares (mdd).
Al retomar un análisis del Banco Mundial, alerta que el objetivo de erradicar la pobreza extrema no se cumplirá en 2030 como lo proponían las metas de desarrollo sostenible porque el mundo ha bajado la guardia, lo que llevará a un incremento de la desigualdad global. Prevé que un impuesto de hasta el 5% a multimillonarios, permitiría a 2 mil millones de personas salir de la pobreza.
El documento se basa en la imperiosa necesidad de aumentar la presión fiscal sobre el 1% más rico del mundo y reducir a la mitad su número de aquí a 2030, que será posible si se termina con los privilegios fiscales para grandes empresas y fortunas. Una mayor recaudación fiscal es una condición previa para garantizar gobiernos eficientes y competentes, dotándoles de los recursos necesarios para invertir en salud y educación, en innovación, investigación y desarrollo y en la transición a economías verdes, sólo de esa manera se podrá hacer frente a la policrisis.
Ante la anunciada recesión en 2023, Oxfam calcula que tres cuartas partes de los gobiernos tiene previsto recortar el gasto público y aplicar medidas de austeridad en salud y protección social lo que afecta más a las mujeres. En mi opinión es importante impulsar una reforma fiscal con un enfoque feminista, porque el modelo fiscal vigente no cuenta con una perspectiva de género a pesar de que son las mujeres quienes tienen los salarios más bajos, realizan más trabajo de cuidados no remunerado y dedican un mayor porcentaje de sus ingresos a bienes de consumo básico.
Cada vez parece existir mayor consenso en la ineludible necesidad de gravar la riqueza extrema, tanto para reducir la desigualdad social como generar ingresos a los gobiernos que les permitan invertir en políticas destinadas al mismo propósito. Pensar en hacerlo con perspectiva de género, es una causa a impulsar.