Heraldos del folclor, los músicos callejeros

Hay quienes tienen sus servicios establecidos para previa contratación y que son los favoritos para amenizar los festejos: los mariachis, representativos de la cultura popular mexicana. Pero están los otros, cuartetos, tríos, dúos o solistas que igual evocan la melancolía de mejores épocas o un viejo amor a través de un bolero o los corridos a cambio de un tostón

Portavoz Staff

[dropcap]E[/dropcap]l transporte público, los comedores de los mercados o algún lugar que sea paso común del peatón, es el escenario perfecto para que el músico callejero haga gala de sus interpretaciones; su modus operandi para ganarse la vida.
Hay quienes tienen sus servicios establecidos para previa contratación y que son los favoritos para amenizar los festejos: los mariachis, representativos de la cultura popular mexicana. Pero están los otros, cuartetos, tríos, dúos o solistas que igual evocan la melancolía de mejores épocas o un viejo amor a través de un bolero o los corridos, a cambio de un tostón.
Olga Picún, del Instituto de Investigaciones Estéticas perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que el músico callejero «no sólo propone estrategias alternativas y no hegemónicas de transmisión de conocimientos musicales, promoción, difusión y comercialización de la música, sino incide en la construcción de espacios de socialización urbana».
Pese a esta contribución, la investigadora, en su artículo «¿Mendigo, vendedor ambulante, delincuente, o…músico?», asienta que esta reconversión social no modifica de manera completa la ambigua imagen del músico callejero, asociada a la mendicidad.
En cambio, «la creciente reducción del marco legal y el control más estricto y eficiente del espacio público por las administraciones locales, en ciudades con tendencia a centrarse en los servicios, involucran a los músicos callejeros en el desarrollo de conflictos diversos».
Este afán de control se traduce en la decadencia del espacio público como lugar de socialización y por tanto, en la exclusión tanto del músico como de los sectores menos favorecidos. Al fin, desigualdad.
Además, ante la reglamentación mexicana —explica Picún—, artistas de la vía pública, mariachis, músicos, trovadores, cantantes y organilleros son considerados dentro de la categoría de «trabajador no asalariado», al igual que los boleros, estibadores, maniobristas, clasificadores de frutas y legumbres, plomeros, hojalateros, afiladores, reparadores de carrocerías, fotógrafos, mecanógrafos, peluqueros, albañiles, reparadores de calzado, pintores y todos estos personajes que dan color a las calles de las ciudades.
También aclara que si bien no se trata de conceder al músico callejero el carácter de genio incomprendido, extravagante o bohemio, sí debe observársele como «actor social inserto en ámbitos y modos de producción, circulación y recepción artística», un intérprete contemporáneo con un discurso acorde a una época, y cuya importancia radica justamente en la conquista de espacios públicos para la expresión del arte.

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