Hablamos con tres lideresas indígenas sobre tres redes hechas por y para mujeres que trabajan en el fortalecimiento de derechos y la transmisión de conocimientos en temas como salud y medio ambiente
Astrid Arellano / Mongabay
Las mujeres indígenas han asumido un rol individual, colectivo y comunitario como guardianas de los recursos naturales, del conocimiento ancestral y del territorio. Sus contribuciones continúan siendo importantes para abrir camino a las nuevas generaciones y mantener vivos a sus propios pueblos.
Este año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha enfocado la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas en el papel que desempeñan las mujeres indígenas en la preservación y transmisión del conocimiento tradicional, comprendido —de acuerdo con la UNESCO— como el conjunto complejo de conocimientos, prácticas y representaciones que los pueblos indígenas mantienen y desarrollan a través de su larga historia de interacción con el medio ambiente natural.
Mongabay Latam conversó con tres lideresas indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador sobre el trabajo que han tejido en colectividad, a través de tres proyectos distintos, para hacer perdurar el legado de sus propias familias y así revivir el amor por la Tierra y la defensa del territorio, a través de prácticas responsables con el medio ambiente.
Red Chimpu Warmi: fortalecer a las nuevas generaciones
La Red Chimpu Warmi, en Bolivia, ha trabajado durante 20 años en la preservación del conocimiento ancestral. Sin embargo, esta red conformada por mujeres indígenas se ha preocupado recientemente por insistir en la importancia de los conocimientos tradicionales sobre seguridad alimentaria y los riesgos de la industria transgénica.
Este año, reunieron a niñas y niños de las comunidades con los que viven en la ciudad. Juntos, probaron y hablaron de las comidas que por generaciones se han consumido en los pueblos, con los ingredientes que se producen allí mismo, narra Betty Villca, del pueblo quechua, coordinadora de la Red Chimpu Warmi.
«A los de la ciudad, les hemos llevado a la comunidad para que vean cómo los niños de allí valorizan la comida del territorio. En la actualidad, muchos niños optan por comidas rápidas: hamburguesas, salchipapas, incluso las gaseosas. Y el objetivo era hacer incidencia en eso para que no las consuman, porque esto nos lleva a dañar nuestro sistema», explica Villca.
El objetivo es erradicar «la vergüenza» que se ha inculcado desde el exterior, dice la también subcoordinadora regional altiplano de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap).
«A la vez, se ha hecho la revalorización en los conocimientos en plantas medicinales y cuán importantes son para nosotros en las comunidades. También el tema de la lengua materna, porque hay muchos niños y jóvenes que, en las ciudades, les da vergüenza hablar el idioma nativo. Hemos decidido llegar hacia los niños para que ellos tengan conciencia de cuán importantes son estos conocimientos ancestrales, para que ellos también los tengan y no se avergüencen de las comidas, no se avergüencen de comer nuestros granos que en las comunidades producimos: la quinua, el agua de arveja, los tostados de trigo».
Para lograrlo, han creado un diálogo intergeneracional, donde las abuelas y abuelos son quienes comparten sus experiencias para que nada de esto se pierda.
«Ellos son el futuro del país», afirma Villca. «La nueva generación tendrá que tener esta conciencia no solo de alimentación, sino de conciencia ambiental, conciencia del cuidado de nuestra Madre Tierra, cuidado de nuestra agua, de nuestra tierra».
Así han trabajado también con otras estrategias para mitigar los efectos del cambio climático en las comunidades indígenas bolivianas.
«Trabajamos en identificar cómo las mujeres pueden subsistir a los efectos del cambio climático, entonces estamos recién iniciando en esos temas, como en la cosecha de agua —en tiempo de lluvia— y en los viveros familiares o comunales, porque la siembra se ha ido reduciendo y queremos colaborar con carpas solares [invernaderos para la producción de hortalizas] para que, de alguna manera, puedan hacer frente a esto. No será una solución al 100 %, pero algo va a apoyar a las mujeres».
En el caso de la cosecha de agua, Villca explica que se ha trabajado en construcciones de piedra para almacenar la lluvia.
«Podemos juntar el agua naturalmente y no utilizando el cemento, que hace que las fuentes de agua se sequen más», concluye Villca. «Entonces, las hermanas de la comunidad, junto con la red, estamos tratando de rescatar los conocimientos ancestrales que, hace tiempo, muchos antepasados practicaban, simplemente con una construcción de piedra y sin utilizar químicos».
Mujeres Amazónicas: una casa para preservar el conocimiento y luchar contra la violencia de género
Mujeres Amazónicas nace en octubre del 2013 en Ecuador. Patricia Gualinga, una reconocida lideresa del pueblo kichwa e integrante del colectivo, narra que esta organización surgió como respuesta a las amenazas que en ese momento representaban las actividades extractivas para los territorios indígenas del Ecuador y la forma en que afectan directamente a las mujeres, las niñas, las ancianas y las familias enteras.
«Marchamos hacia Quito: mujeres, niñas, algunas ancianas… como 200 personas en un contexto donde en el Ecuador estaban prohibidas las movilizaciones», dice la también asesora política del pueblo de Sarayaku. «Pero llegamos y dijimos que no queríamos la explotación del Yasuní, que no queríamos la Ronda Suroriente y que allí habíamos mujeres que estábamos queriendo hablar con nuestra propia voz, desde nuestra propia realidad y que exigíamos derechos. Así es como nacimos nosotras, las Mujeres Amazónicas Defensoras de la Selva. Y así nos conoció el país».
Casi nueve años después, luego de un arduo trabajo en las comunidades, con capacitaciones, encuentros, reuniones, talleres y numerosas actividades para la organización y el fortalecimiento de las mujeres en materia de derechos y contra la violencia de género, en colectividad construyeron un espacio propio: la Casa de Mujeres Amazónicas.
El sitio se abrió el 6 de marzo de 2022 en la ciudad de Puyo, un par de días antes de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, para convertirse en un espacio —como ellas han señalado en su inauguración— «de lucha, acogida, resistencia, sanación, creación y amor», donde trabajan, a la vez, en la preservación y transmisión del conocimiento tradicional.
«Es un espacio para compartir, un espacio de mujeres», dice Gualinga. «Aquí pueden tener una acogida, donde si no tienen un espacio para llegar y están sufriendo violencia, pueden hacerlo. Trabajamos en las áreas de salud respondiendo, por ejemplo, a necesidades específicas como el Covid y mujeres indefensas, que muchas veces son maltratadas. Pero también es un espacio donde puedan ir a trabajar y tomarlo como oficina. También lo hemos utilizado con algunos talleres y espacios de terapias de sanación emocional y física. Además de un espacio a donde pueden venir si quieren organizar una pequeña feria de mujeres. Es un espacio múltiple y lo decidimos así porque antes no teníamos ni un espacio de reuniones».
La casa se ha convertido, en pocos meses, en un lugar para fortalecer y compartir el conocimiento en medicina tradicional, pero también la importancia de las contribuciones de las mujeres indígenas en materia de medio ambiente, con lo que han llevado sus decisiones a nivel de asambleas o para incidir al interior de sus comunidades.
«Las mujeres son quienes manejan la tierra», explica Gualinga. «La mujer es la agricultora, el hombre es el cazador y tiene otros roles, pero la mujer es la que está en ese continuo contacto con la tierra, la naturaleza, los cultivos, los ciclos de las siembras y, por lo tanto, ellas sienten mayormente si la tierra se contamina, si los ríos se contaminan, porque esa conexión se ve afectada. Por ese motivo, las decisiones que han tomado muchas mujeres ha sido muy radical: no al extractivismo y que se excluya a perpetuidad, porque no son parte de la visión de los pueblos indígenas. Y eso las mujeres lo tenemos muy enraizado».
Onamiap: una red para defender la tecnología de las mujeres indígenas
Históricamente, han sido las mujeres indígenas quienes han seleccionado, guardado y protegido las semillas. Y así como lo han hecho con todo lo relacionado con la soberanía alimentaria o la salud de las familias, lo han hecho con las formas de proteger la naturaleza y transmitirlas a las nuevas generaciones, dice Melania Canales Poma.
La originaria del pueblo quechua, en Perú, es presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), una organización que desde 2009 trabaja, entre muchas temáticas referentes a la defensa del territorio y los derechos colectivos, en el rescate de la ciencia y tecnología ancestral para hacer frente al cambio climático y a las propias necesidades de los pueblos indígenas.
«Actualmente, venimos trabajando, por ejemplo, la siembra y cosecha de agua, recuperando y revitalizando, justamente esos conocimientos, esa ciencia y tecnología ancestral para proteger y cuidar el agua, que es esencial para la vida», dice la lideresa.
Canales Poma asegura que la transmisión de conocimientos de las mujeres indígenas hacia sus hijas e hijos ha sido fundamental para la supervivencia de los pueblos.
«Creo que esas transmisiones que hacemos las mujeres, por estar más cerca de los hijos, son muy valiosas, sobre todo para esta sociedad que no nos reconoce, por el tema del racismo. Nos han dicho que somos pobres, pero otra cosa es que nos empobrezcan porque destruyen nuestra Madre Tierra, destruyen nuestra vida, destruyen las otras vidas los colonizadores», asevera.
De esa forma también ha sido menospreciada la tecnología de los pueblos, dice, «porque siempre nos han dicho que la artesanía es «artesanía» y para nosotros es tecnología. Nuestras ollas y platos de barro, nuestras ropas o también el conocimiento de las plantas medicinales, es conocimiento, es ciencia, es tecnología. Estamos en esa reflexión, justamente, de cómo valorar esos conocimientos ancestrales que muchas veces el colonizador nos ha dicho que no sirve, que no vale».
Canales explica que desde siempre a los pueblos indígenas se les ha obligado a aceptar lo que viene del exterior a sus comunidades, inclusive cuando se trata de su propio desarrollo. Y lo mismo ocurre con las plantas medicinales. La recuperación de conocimientos sobre sus usos y efectos positivos en la salud, ha sido ampliamente estudiado por científicos que incluso han llegado a patentar sus esfuerzos, dice Canales.
«Los científicos o aquellos que se apropian de nuestros conocimientos, la academia, fortalecen sus conocimientos a partir de los nuestros, porque vienen investigando para qué sirve cada planta y patentan los conocimientos de las mujeres indígenas, cuando realmente han aprendido mucho de eso de nosotras», concluye Canales. «También pasa con algunos diseñadores (de moda) que se apropian de nuestros diseños y no pagan las regalías a los pueblos indígenas, sin embargo, se benefician. Entonces, las mujeres nos organizamos para darle continuidad en esta defensa a las futuras generaciones«.