Humanismo Mexicano: La fórmula infalible para recuperar la grandeza de un país

Por Mauricio Sosa

En el mundo moderno, la reconfiguración de fuerzas regionales en el ámbito geopolítico ha dado lugar al surgimiento o fracaso de diversos regímenes políticos. Este fenómeno nos obliga a replantear constantemente la efectividad de los métodos y estrategias que emplean los líderes de las naciones para gobernar. Los parámetros que miden esta efectividad suelen ser el bienestar social, el crecimiento económico y la felicidad de los ciudadanos. 

Históricamente, mantener el control social mediante la coerción o la violencia ha tenido un alto costo político. Como lo demuestran diversos ejemplos en el mundo, la opresión suele desencadenar, tarde o temprano, la liberación de las masas, muchas veces a través de la vía armada. En México, por ejemplo, las tres grandes transformaciones sociales surgieron como respuesta a sistemas opresivos. Sin embargo, en 2018, el país vivió un cambio significativo: el acceso al poder se logró mediante un respaldo popular masivo y por la vía democrática. 

Este giro histórico fue resultado de un profundo descontento ciudadano hacia una forma de hacer política caracterizada por la deshonestidad y la corrupción. Durante décadas, el servicio público estuvo marcado por el abandono de las instituciones y la burocratización excesiva de sus procesos. Ante este panorama, la ciudadanía exigió, a través del sufragio, una recomposición radical de su clase gobernante y la reconstrucción de sus instituciones. 

En este contexto, surgió una nueva forma de gobernar basada en la cercanía y la confianza entre gobernantes y gobernados. Esta relación, fundamental para garantizar la estabilidad y la paz interna, se ha sustentado en lo que hoy se conoce como “Humanismo Mexicano”. Pero, ¿en qué consiste esta forma emergente de ejercer el poder?

Para comprender a grandes rasgos el concepto, debemos partir del significado de humanismo, el cual, desde un punto de vista filosófico, se fundamenta en situar al ser humano como persona en el centro de la praxis, caracterizándose principalmente por la autodeterminación y el desarrollo de sus capacidades. Ahora bien, el Humanismo Mexicano no solo busca potenciar dichas capacidades, sino que establece como valor prioritario el respeto a la dignidad humana, así como su constante formación y desarrollo mediante una mejor salud y educación.

Esta nueva concepción del humanismo mexicano nos plantea diversos ejes de acción, entre los cuales destacan:

1. Combate irrestricto a la corrupción: Para optimizar el uso de los recursos públicos en beneficio de más y mejores programas sociales.

2. Reducción de la brecha de desigualdad: Creando condiciones óptimas para fortalecer el poder adquisitivo de las familias mexicanas, con incrementos progresivos y responsables del salario mínimo.

3. Construcción de un país seguro: Enfocándose en combatir la delincuencia y los delitos mediante la reconstrucción del tejido social, atendiendo las causas y ofreciendo alternativas reales de superación para los jóvenes.

4. Recuperación de la grandeza internacional: Defendiendo la soberanía y los recursos naturales, y dejando atrás la explotación histórica que ha marcado al país.

5. Reconstrucción de las instituciones públicas: Para garantizar servicios de calidad para todos los mexicanos, con especial atención a quienes más lo necesitan.

6. Dignificación y reconocimiento de los derechos sociales esenciales: Como el acceso a una vivienda digna, una educación con enfoque colectivo y sustentable, y un sistema de salud eficiente y de calidad.

En una sociedad en constante evolución, resulta primordial realizar evaluaciones periódicas para medir el impacto de las políticas públicas implementadas. En nuestra forma de gobernar, el respaldo de la ciudadanía será resultado de la estabilidad social y la certidumbre económica para las familias. Estas condiciones son fundamentales para profundizar cualquier proyecto ideológico o político; sin perder de vista, la importancia de fortalecer nuestra posición en el ámbito geopolítico, el cual, a su vez, nos dicta la agenda de desarrollo y la dinámica de diplomacia en las relaciones internacionales de cooperación.

Hoy, México avanza por el camino correcto. Tras décadas de adversidades, hemos sabido reconocer en nuestras fortalezas una fórmula infalible que comparte la responsabilidad de recuperar nuestra grandeza. Un gobierno del pueblo y para el pueblo, basado en un nuevo humanismo, una forma distinta de ejercer el poder: el Humanismo Mexicano. Este enfoque, poco común en nuestros tiempos, ha logrado que el pueblo respalde y deposite su confianza en la transformación de su vida pública.

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