Indigentes, los «fantasmas» de la sociedad

Se han vuelto invisibles o quizás sea la costumbre de verlos pasearse por las calles de la ciudad e ignorar por completo su situación crítica

Elizabeth Marina / portavoz

[dropcap]E[/dropcap]n medio del hambre, el frío y la miseria, viven los marginados, aquellos que se han convertido en fantasmas de la sociedad y que únicamente son recordados cuando aparece el invierno.
Los albergues y comedores abren sus puertas en la temporada decembrina, algunos brindan apoyo, dan alimento y cobijo a esos hombres y mujeres que por el resto del año pasaron las noches a la intemperie, que cubrieron su cuerpo con cartones para protegerse de las inclemencias del clima y que con suerte pudieron gozar de una ducha.
Algunos hicieron de la calle su hogar como consecuencia de las adicciones, el abandono o la demencia, en cualquier caso, todos tienen algo en común: la indigencia.
De acuerdo al Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), Chiapas presenta los índices de pobreza extrema más altos en todo el país, seguido por los estados de Guerrero y Oaxaca, aunado a esto cuenta con una gran cantidad de población migrante, lo que incrementa la probabilidad de que terminen en condiciones de indigencia.
Se han vuelto invisibles o es la costumbre de verlos pasearse por las calles de la ciudad e ignorar por completo su situación crítica, quizá es la falta de interés, porque basta con echar un vistazo en los callejones, parques, puentes y edificios abandonados para notar que justo ahí, habitan o se ocultan algunas personas.

«El frío y el hambre nos matan»

Han pasado cuatro años desde que Erick adoptó las calles como hogar, es originario del municipio de Arriaga pero su adicción al alcohol lo obligó a salir de casa, ahora sobrevive de trabajos temporales pero hay días en los que ni pagándole el doble sale a trabajar.
Erick luce cansado, hay instantes en los que el sueño lo domina y pierde el hilo de la conversación, asegura que conciliar el sueño por las noches es difícil, la inseguridad y el miedo de ser agredido, lo mantienen despierto.
Explica que hay días en los que llevarse un taco a la boca es un sueño, pasa incluso, días sin probar un bocado y, por su condición, no ha podido encontrar un trabajo estable.
«Duermo en los parques y siempre estoy caminando, me gusta caminar, observar a las personas por eso siempre me vas a encontrar en lugares en donde hay ferias, en las iglesias me gusta mucho sentirme acompañado, no le hago nada a nadie, solo me agrada su compañía aunque ni me hablen», comenta Erick, mientras intenta desenredar su cabellera.
Trae consigo una chamarra verde y una mochila negra muy grande, el frío –asegura– le entra por los pies, ha pasado meses sin poder comprar unos zapatos, unas sandalias desgastadas son las que lo acompañan en sus largos recorridos.
«A veces trabajo como barrendero en las iglesias, o le ayudo a los albañiles pero eso es difícil, me mareo mucho pero no me gusta pedir dinero, si alguien de buen corazón, con una sonrisa honesta me da un taquito lo acepto».
Platica que ha intentado abandonar el alcoholismo, y asegura que no dejará de intentarlo, él –como muchos– quiere una nueva vida, alejado de las calles que si bien le ha dejado amistades temporales, también le ha costado el rechazo de la sociedad.
Como muchos otros, Erick rompió las reglas, decidió abrir su propio camino en contra de lo establecido, ahora pasa días inciertos, temiendo que el hambre y el frío lo maten.

Entre la compasión y el desprecio

Para Erick, lo mejor que le puede ocurrir en un día es ver la sonrisa sincera de una persona, asegura que ha vivido en carne propia el rechazo de la sociedad por su apariencia, aunque no muestra a una persona alcoholizada, ni mucho menos peligrosa, es mal visto por traer el cabello largo y las uñas largas en los pies.
A diario, ve pasar a su lado a miles y miles de ciudadanos que lejos de tenderle una mano, lanzan miradas despectivas, comentarios denigrantes e incluso, existen algunas personas que intentan hacerle daño.
La violencia y la muerte alcanzan rápidamente a las personas indigentes, dos, fueron los decesos reportados la noche de este martes 13 de diciembre en la capital del estado; en el lado sur de la capital, en plena vía pública, fue encontrada sin vida una mujer. Los vecinos fueron quienes reportaron a las autoridades lo ocurrido; minutos más tarde el cuerpo fue trasladado a la Semefo, en donde determinarían las causas del deceso.
Mientras tanto, en el lado norte oriente, yacía el cuerpo de la persona identificada como Humberto Ruiz, los vecinos señalan que era alcohólico y que vivía en la indigencia. Según reportaron los medios locales el sujeto se mantuvo agonizando ante la falta de asistencia médica que pudiera valorar su condición de salud y su cadáver permaneció en la vía pública por horas.
En ambos casos, se desconocen las causas de muerte y los cuerpos se encuentran en la Semefo, en espera de ser reclamados por algún familiar.
Contrario a los casos anteriores, en el centro de la ciudad, a un costado de la Catedral de San Marcos, un hombre tuvo que ser atendido por autoridades de Protección Civil Municipal, luego de ser reportado con quemaduras de segundo grado.
Mientras dormía, Rafael López Ayala, de 27 años de edad, fue víctima de un acto de violencia. Dos hombres, que hasta el momento no han sido identificados, rociaron gasolina sobre su cuerpo y prendieron fuego a Rafael; minutos más tarde fue auxiliado por autoridades municipales y su historia fue rápidamente virilizada en redes sociales, ocasionando gran indignación entre la población.
Lo anterior, es una muestra de la discriminación que estas personas viven, lo que aumenta debido a que en el estado no se cuenta con políticas públicas que permitan a las personas que viven en la calle reintegrarse a la sociedad.

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