Inegi, mujeres y fuerza laboral / Claudia Corichi

La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática publicó tan esperados estudios correspondientes al 2020. No está demás señalar la importancia de la labor de un instituto autónomo que cuente con rigor técnico y credibilidad, como éste. Su trabajo revela muchas de las características de nuestra población, lo que resulta fundamental para conocer los rasgos característicos, los puntos en los que hay progreso y los aspectos que se deben considerar para mejorar la situación a través de políticas públicas. Por ejemplo, el censo de población representa una fotografía de la realidad nacional y la forma en que vivimos las mexicanas y mexicanos. En esta edición se incluyeron por primera vez rasgos específicos de la comunidad afrodescendiente.

A la luz de la crisis derivada de la pandemia, como era de esperarse, el PIB cayó 8.5% respecto del 2019. Sin embargo, hay rasgos de desarrollo en el país, por ejemplo, el analfabetismo se ha reducido (de 9.5% en el 2000 a 4.7% en 2020) y el grado promedio de escolaridad a aumentado a 9.7 años, lo que incluye la educación primaria y secundaria. Esto es una buena notica, para un fenómeno que como se ha visto en censos anteriores afecta con mayor frecuencia a mujeres (2% más que a hombres), y más si pertenecen a comunidades indígenas y/o son mayores de 65 años (hasta 8% más que ellos).

Uno de los apartados que más llama mi atención es el de la población económicamente activa, 62 de cada 100 personas de 12 años y más son económicamente activas, pero resalta la tasa de participación de las mujeres, ya que se observa un gran salto, hace 10 años solamente trabajaba el 33.3% de las mujeres, en una década este porcentaje creció al 40.9%, a diferencia del cambio que se observa en los hombres, que pasó del 73% al 75%. Sin lugar a duda este es el cambio más relevante en el marcado laboral en la última década, el incremento de participación de las mujeres.

Lamentablemente, en México, sólo el 16 por ciento de las mujeres ocupan un puesto directivo, lo que demuestra que, a pesar de los avances de inclusión laboral, la población femenina aún enfrenta el llamado `techo de cristal´. La brecha salarial persiste. A reserva de poder desagregar los datos por género más a detalle, la información de esta década será vital para determinar si las políticas públicas encaminadas a erradicar la desigualdad y la discriminación por género están siendo eficientes, así como el cumplimiento de los ODS.

La importancia de monitorear datos periódicamente radica también en mantener sensibilidad respecto a fenómenos, económicos y sociales, que pueden, por lo tanto, dar fundamento a correcciones en la acción gubernamental dirigida a cerrar las brechas de desigualdad.

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