Inventarse delincuentes y matar mujeres y niños…

Los familiares de las víctimas de un operativo policial en Temixco (México) denuncian que los agentes entraron a matar, aunque estos señalan que las seis personas fallecidas murieron en el fuego cruzado

Agencias

—Cuando entramos al baño, la bebé ya estaba muerta

El único espacio cerrado de la casa se convirtió la noche del 30 de noviembre pasado en una fortaleza. Un refugio que no resistió. Tras sus muros murieron cuatro mujeres y un adolescente. Alrededor del retrete yacían amontonados los cadáveres sobre un charco de sangre. En una esquina del pasillo amaneció sin vida una niña de tres meses. Las fallecidas eran la madre, la hija, la hermana, la nieta y la esposa del apodado por las autoridades como El Señor de la V. José Alberto Valdez Chapa, un hombre lo suficientemente importante para la Policía como para entrar a balazos de madrugada en su domicilio. Más de una semana después de lo sucedido, la única certeza son aquellos cuerpos.
Por las calles empinadas de uno de los barrios más pobres de Temixco, vestidos de blanco, desfilan los vecinos de la colonia Rubén Jaramillo. El pequeño municipio del Estado de Morelos, a unos 80 kilómetros de la capital mexicana, se hizo famoso por el brutal asesinato en enero de 2016 de su alcaldesa Gisela Mota, horas después de que tomara posesión. Este lunes, los habitantes de una de las localidades más violentas de la entidad pedían justicia y la renuncia del responsable de la policía estatal, Jesús Alberto Capella Ibarra. Unos días antes y muy cerca de ahí, un grupo delictivo reclamaba directamente su cabeza a cambio de 100.000 pesos (unos 5.260 dólares). Un aviso de venganza estampado en una narcomanta.
«Nos manifestamos porque queremos paz en nuestras colonias, no estamos en contra de que detengan delincuentes, sino de que se los inventen y vengan a matar a mujeres y niños», señala Juan David Aparicio, líder vecinal. Pero aquella protesta de este lunes no era una marcha cualquiera. Aunque la mayoría asegura que vivían muy cerca del lugar de los hechos, nadie se atreve a declarar lo que escuchó aquella noche.
En un informe policial al que ha tenido acceso este diario se explica que el 30 de noviembre los oficiales recibieron una llamada anónima donde se denunciaba que en la casa de Valdez Chapa había gente secuestrada, armas, vehículos y miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación, liderado en la zona presuntamente por El Señor de la V. Alrededor de las tres de la madrugada, acudieron al inmueble y se produjo, según ellos, un enfrentamiento. Añaden que en el «fuego cruzado» perdieron la vida las cuatro mujeres y los dos menores. Esa noche detuvieron a Valdez Chapa, a su hijo José Antonio, a su nuera Brenda Elena Brito y a otros tres colaboradores acusados de homicidio.
Pero ninguno de ellos había disparado un arma, según los informes periciales. Y la jueza los dejó en libertad horas después. Los casquillos encontrados tampoco se correspondían con las armas entregadas por los agentes. Y a partir de ahí se comenzó a desmoronar la teoría del enfrentamiento planteada por las autoridades. La macabra escena del baño se asemejaba más a una venganza. Y sobre las muertes pesaba la posibilidad de que se tratara de una ejecución extrajudicial. No hay ningún detenido.
Uno de los supervivientes de aquella masacre, Carlos Alberto, de 17 años, hijo de Valdez Chapa, denuncia el «ataque» perpetrado por los agentes. Cuenta que aquella noche estaban durmiendo en la casa todos los miembros de su familia cuando escucharon cómo forzaban el portón de la entrada. «Se están metiendo hombres armados», le dijo su hermana Leticia. En ese momento recuerda que agarró a su sobrino y ella a su bebé y se resguardaron en el baño. Pero de camino a esa habitación una bala alcanzó a la pequeña. «Ya le pegaron a mi niña. Mi niña ya está muerta», le dijo Leticia poco antes de fallecer.
El adolescente explicó que todos los integrantes de su familia se refugiaron en aquel cuarto minúsculo y que los que lograron sobrevivir fueron los que estaban tras la pared. La puerta de lámina agujereada no frenó los balazos que acabaron con la vida de las cuatro mujeres y otro menor. El Señor de la V se entregó esa misma madrugada a las autoridades y al resto los encerraron en unas camionetas de la policía.
Las autoridades señalan a El Señor de la V como un criminal con una «extensa» trayectoria. Según el informe, estuvo implicado en el asesinato de un agente en 2015 y aquello detonó la lucha entre policías y delincuentes que desembocó en lo sucedido el pasado 30 de noviembre. Lo describen como un líder local vinculado a bandas que operan en Morelos y en la sierra de Guerrero , como Los Lino —relacionados con el alcalde de Iguala, uno de los presuntos responsables de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa— y Los Rojos. La ficha no aclara, no obstante, el grupo al que pertenece ahora, pues en ocasiones lo vinculan al Cartel Jalisco Nueva Generación y otras a Guerreros Unidos. Pero sí insiste en que «su detención era de suma importancia para el Estado de Morelos». Él ha declarado que se dedica a la compra y venta de coches.
Por las calles empedradas de Temixco desfila también la creencia de que aquella masacre, como muchas otras, no será resuelta nunca. Una manifestante se preguntaba: «¿Qué culpa tenía el bebé de lo que hiciera su abuelo?».

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