El arte de arrodillarse
Definitivamente Mariano Díaz Ochoa, alcalde de San Cristóbal de Las Casas está más que reprobado en estos primeros 100 días de gobierno, porque lamentablemente el municipio se convirtió en tierra de nadie, pues se ha hecho costumbre los bloqueos carreteros a veces por problemas de organizaciones propias del municipio y otras a consecuencia de los lugares aledaños.
Díaz Ochoa es el prestanombres de sus hijos, quienes realmente hacen y deshacen en el Ayuntamiento y quienes están dejando mucho que desear con la población que esperaba recuperar la tranquilidad de la ciudad ― como mínimo― luego del desgobierno de Jerónima Toledo, dedicada a lo mismo que hoy hace Díaz Ochoa: buscando a quién arrodillársele y tirársele al suelo.
Es que con la llegada de Díaz Ochoa se esperaba, si bien no la varita mágica para solucionar la situación, sí intenciones serias, institucionales, experimentadas, para atender la crisis de gobernabilidad y seguridad de SCLC, sobre todo porque eso marcó la diferencia frente a Juan Salvador Camacho, un junior metido a política que perdió frente al «viejo lobo de mar» que resultó un experto en «genuflexiones».
A 100 días, Mariano Díaz Ochoa es rehén de los motonetos, quienes hacen desmanes, realizan actos vandálicos, raptan, secuestran, arrodillan a la autoridad y, ahora, de la Coordinadora de Organizaciones por el Medio Ambiente para un Chiapas Mejor (COMACH), quienes pulsaron el débil gobierno municipal y por su método de «usos y costumbres», liberaron a su líder Martín Pale Sántiz, bloquearon totalmente de la ciudad y sacaron a este personaje de la mismísima cárcel donde no lo dejaron si quiera iniciarle el proceso.
¿Reprobado?, reprobadísimo: la inseguridad está a todo lo que da, ataca a exfuncionarios de quienes se dice cometieron ilícitos sin prueba alguna, producto de su rencor o ¿será que al final no tocaron ni un peso del erario público y Díaz Ochoa ya no sabe cómo salir del enredo?
Ah, pero eso sí: le pavimentó una callecita, le puso su placa con su nombre y se le tiró al suelo a la diputada federal originaria de Comitán, Patricia Armendáriz, con la ridícula intención de congraciarse con una privilegiada de la 4T que, soberbia con su traje de terciopelo color Morena, sintió 10 minutos de amor puro de todo Chiapas, por su arduo trabajo a favor de los que nunca ha representado.
No se logra entender el alcance de esta postura entreguista, propia del viejo y rancio PRI que se regodeaba en sus propios jugos y se convertía en un club de elogios mutuos solamente entre ellos: el arte de arrodillarse en política sigue siendo materia oscura que ni el propio Mariano Díaz Ochoa pudo descifrar pese a su colmillo largo y retorcido que dice tener, pero que nadie ve.
¿Y San Cristóbal cómo está?, bien, gracias.
Las rancheras de Jitotol
El alcalde de Jitotol, Juan Leyver Méndez Vaquerizo tiene como director de la Policía Municipal a Cirilo Reyes que, por sus facultades y ambiciones, permite que los tráileres cargados de material para la construcción, como cemento, descarguen en las ferreterías del centro, para que luego, en dos horas, su personal uniformado se presente en el sitio e imponga multas por las maniobras de descargas que no están permitidas.
Lo peor no es la abusivez que provoca que el tráfico de vuelva un caos en un pueblo que resiente la falta de inteligencia de sus funcionarios municipales, sino que comienzan a notarse que el alcalde Méndez Vaquerizo no tiene control de sus funcionarios que están haciendo y deshaciendo a su antojo y a su gusto.
El dueño de la tienda se confió e hizo la descarga de cemento; ahora el propietario del tráiler tiene una multota que debe cubrir como parte de la «cuota» para el alcalde, una situación que afecta a todos los choferes de vehículos pesados a quienes les exigen una «mochada», en detrimento del consumidor, porque obliga a subir el precio de los productos.
Por eso decimos: en Jitotol no cantan mal las rancheras.