La arrechura de ser Chunta

A pesar de ser hombres vestidos y maquillados como mujeres, un travestismo efímero y socialmente aceptado, la función social y simbólica de esta danza dista mucha de la asignación que el populacho le ha dado

Mario Nandayapa / Portavoz

[dropcap]G[/dropcap]uadalupe Rubisel Gómez Nigenda, sin recibir ningún recurso económico ha realizado una labor responsable y congruente con la encomienda que ostenta como Patrón de los Parachicos, existen muchas historias y rumores respecto que cuenta con apoyos económicos, todo ello falso. Digo lo anterior categóricamente, porque conozco estos procesos desde diversas ópticas: cultural, social, administrativa, legal, etcétera, y él tiene mucha razón al manifestar que tenemos que sensibilizar e informar a nuestro pueblo y a nuestros danzantes, así como a los visitantes.
Actualmente la palabra «Chuntá», tiene una carga semántica que opera como sinónimo de homosexualidad por el ejercicio de travestismo que incurren algunos danzantes (que en su mayoría no pertenecen a la cultura de la cual es emitida), entiéndase como travestismo como una identidad transgénero en la que una persona de determinado género biológico utiliza la vestimenta socialmente asignada al género opuesto (cross-dressing o crossdressing), de tal manera que no recurro a este término peyorativamente en función a la diversidad sexual, partiendo del principio que «cada quien puede hacer de su «vida» un papalote».
Estas danzas tienen su origen antes de la llegada de los españoles, y este llamado es importante tomar en cuenta. Aquí existe un grave error que debe enmendarse, ya que la función social y simbólica de esta danza dista mucha de la asignación que se le ha otorgado, lo cierto es que esta danza convoca a un ejercicio homosexual efímero y que es aceptado socialmente de manera inconsciente, y este escrito busca hacer una conciencia responsable para nuestra cultura. Esta distorsión data desde 1988, cuando a Roberto Falconi y Tico, ambos estilistas (el primero de Tuxtla y el segundo de Chiapa), se les ocurre pintar como mujeres a detalle a los danzantes, ya que antes era burdo el maquillaje empleado a fin de ironizar a las mujeres y no tratar de asumirse como tal como un ejercicio pleno de homosexualidad.
También es importante considerar que incide el aspecto social a consecuencia de los asesinatos en serie de homosexuales que se suscitan en el periodo gubernamental de Patrocinio González Garrido (1988-1993), esto originó que esta festividad fuera un punto de tolerancia ante la situación de temor latente en ese entonces, al grado que lo comparan con el Carnaval de Río de Janeiro.
Hay que considerar que esta ritualización anual chiapaneca, devino el sincretismo religioso (frecuente en casi todas las danzas, festividades y manifestaciones religiosas actuales en Mesoamérica) que hoy conocemos como la Leyenda de doña María de Angulo, y al Parachico (La fiesta alborozada o jubilosa), por la sinonimia con el castellano Para el chico, como tal, y las Shuntaa (El disfrazado), por llevar en la cabeza un trasto conteniendo frutas y verduras, sinónimo de la magia imitativa practicada por el actor-danzante, de este hecho dejó constancia el pintor chiapaneco Franco Lázaro Gómez, con el grabado «La Chuntá» (Xilografía, 1948), ya que yo no conozco fotografías antiguas al respecto… Si alguien tiene algunas, les agradeceré enormemente que me las proporcione.

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