De Sandra de los Santos
Desde el 2015 en Chiapas, como en diferentes estados de la entidad, es obligatorio la paridad de género, sin embargo en el pasado proceso electoral del 2018 solo en una de las principales ciudades del estado (Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, San Cristóbal de las Casas, Tapachula y Comitán) se presentó una candidatura de una mujer y ganó. En las otras ciudades todos los candidatos fueron hombres.
Hasta ahora el escenario no se ve muy diferente al del 2018. Los partidos políticos no se preocuparon durante estos años de formar cuadros de mujeres y las políticas implementadas de paridad no son suficientes para garantizar el acceso real a puestos de decisión y a poder competir en igualdad de oportunidades.
En Chiapas, los partidos están obligados a destinar 6 por ciento de su presupuesto total al desarrollo de liderazgo político de las mujeres. Es la entidad que más recursos destinan para este tema, al menos, es lo que dice la Ley. Pero la realidad muestra otra cosa. De acuerdo a información recabada por medio de solicitudes de información a los 9 partidos políticos que tienen registro en la entidad, todos ellos han evadido cumplir a cabalidad con esta obligatoriedad.
A esto hay que sumarle que las reglas del «juego» en las campañas se miden por recursos económicos, es decir, cuánto dinero se tiene para «invertir» en la contienda, recorrer el lugar de la elección, pagar publicidad y tener logística. Entre más grande es la ciudad en la que se compite es también más el recurso que se necesita. Por eso también es más difícil para las mujeres tener candidaturas en estos lugares.
La mayoría de las mujeres que tienen los recursos económicos para financiar una campaña en ocasiones, más de las que nos podemos imaginar, sus fondos no son propios y son de grupos en el poder o de su familia (generalmente liderada por un hombre que ya ha estado en la política) así que llegan a los puestos de decisión con compromisos que suelen estar alejados a una agenda con perspectiva de género (aunque ese es un tema más amplio).
Los partidos políticos llegan a pedir una aportación (así le llaman, pero más bien cobran las candidaturas) para poder participar en procesos de precampaña, desde ahí las mujeres de a pie deciden no participar por no tener esos fondos o no estar de acuerdo con esas prácticas.
A eso hay que agregarle los tiempos cortos de campaña que existen para que perfiles nuevos o poco conocidos logren tener una oportunidad real en una contienda. Las mujeres tienen poco en el terreno de la política así que la mayoría de los perfiles son nuevos.
Pero, el principal obstáculo es que las mujeres siguen haciéndose cargo del trabajo doméstico, los cuidados de las y los hijos, de las personas enfermas o de la tercera edad. No es casualidad que la mayoría de las mujeres que participan en política o son solteras o que sus hijos e hijas ya están grandes. Con la pandemia esta situación se agravó y lamentablemente lo veremos reflejado en el proceso electoral del 2021.
No es que no haya mujeres que quieran o tengan todo el perfil idóneo para participar lo que sucede es que no solo se necesita la obligatoriedad de la paridad de género, sino para que sea efectiva se requiere cambiar las reglas del juego, que sigue beneficiando a un sector, y cambiar el orden establecido en esta sociedad.