La danza zoque que nació para honrar al maíz

Descubre la danza de catorce sones distintos que constituye un puente cultural entre el pasado prehispánico y el presente de Copainalá

Noé Juan Farrera Garzón / Aquínoticias

En las calles empedradas de Copainalá, Chiapas, el repique de los tambores y el sonido de las flautas de carrizo anuncian la presencia viva de una tradición milenaria. La Danza de Mocteczu, cuyo nombre en zoque significa literalmente «casa del maíz en la noche», constituye un puente cultural entre el pasado prehispánico y el presente de este pueblo originario. Lo que comenzó como un ritual agrícola para honrar al maíz -planta sagrada para los zoques- se transformó, tras la conquista, en una ofrenda dancística al Niño Dios, demostrando la capacidad de adaptación cultural de este grupo étnico.

La coreografía, compuesta por catorce sones distintos, guarda en sus movimientos la memoria histórica de un pueblo. Según la tradición oral recopilada por los ancianos de Copainalá, la danza conmemora el regreso de una princesa zoque que, tras ser exiliada de Pokyomo (actual Copainalá), volvió acompañada de los españoles y perdonó a sus captores. Este acto de clemencia movió a los pobladores a crear una danza festiva donde ofrendaban los frutos más preciados de su tierra: el maíz que alimenta, el cacao que cura y la miel que endulza.

Hoy, los danzantes visten trajes que sintetizan cinco siglos de historia: máscaras de madera tallada que representan rostros indígenas, sombreros adornados con flores de colores y capas bordadas con motivos que evocan la fusión cultural. El maestro de danza Marcos Pérez López, heredero de esta tradición, explica que «cada paso, cada giro, cada sonido del chinchín (sonaja) lleva un mensaje de nuestros abuelos».

Esta expresión dancística comparte protagonismo en Copainalá con la Danza del Caballito, otra joya del patrimonio zoque. Juntas forman un corpus cultural que la comunidad protege celosamente, enseñando a las nuevas generaciones no solo los pasos, sino el profundo significado que encierran. Como señala la antropóloga Laura Reyes, «Mocteczu no es solo folclor; es un acto de resistencia cultural donde los zoques reafirman su identidad frente a la homogenización».

Cada diciembre, cuando los danzantes salen a las calles durante las fiestas patronales, recrean ese momento histórico donde el perdón venció al rencor y la tradición sobrevivió al cambio. La Danza de Mocteczu sigue siendo, como hace quinientos años, un puente entre épocas, un diálogo entre cosmovisiones y, sobre todo, una celebración a la resiliencia cultural del pueblo zoque.

Con información de Primer Plano Magazine

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