La elección en el PAN / Eduardo Torres Alonso

El Partido Acción Nacional enfrenta un futuro difícil para ampliar su base electoral, tener triunfos en los próximos comicios y luchar en la arena discursiva frente a la hegemonía de Morena. No hay más. Su militancia y los cuadros directivos deben actuar con astucia e inteligencia.

El estado de salud del PAN no es el mejor. De ello da cuenta el número de votos que han tenido en las elecciones. En 2024, obtuvo 9,644,918 sufragios para la Presidencia de la República; 10,107,537 para el Senado y casi la misma cifra para la Cámara de Diputados. En la elección intermedia de 2021, para renovar las diputaciones federales, tuvo 8,969,288 votos; para 2018, sus votos para la Presidencia fueron de 9,996,514; para el Senado, 9,971,804, y para la Cámara de Diputados, 10,096,588. Para la intermedia de 2015, obtuvo 8,377,535, mientras que en 2012 consiguió un promedio de 12,600,000 votos en las elecciones presidencial y para el Congreso de la Unión. Con base en las cifras anteriores de cinco procesos electorales federales ordinarios, se ve un declive de su apoyo en las urnas.

Frente a ello y ante lo incierto del mañana, Jorge Romero asumió la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional. Fue electo mediante un proceso abierto a quienes militan (277,665 personas) que pudieron sufragar en 1,347 mesas receptoras. Se trató de una elección en toda forma: con funcionariado electoral (4,000 personas) y representaciones de las dos planillas (2,000 representantes). La participación electoral pudo ser otra: más de la mitad de las personas registradas no votó (55 por ciento). Esto, a todas luces, no es una buena noticia porque, siendo el partido de oposición más relevante el país, se esperaría que quienes ahí participan se movilizaran para decidir sobre sus asuntos internos y enviaran, así, un mensaje a la sociedad de participación e interés.

Romero sucede a Marko Cortés cuya gestión al frente de este partido fue criticada por propios y extraños. No se trata de cuestionar por el solo hecho de hacerlo, sino de tener presentes logros y fracasos. Las alianzas con el PRI y el PRD, el número de votos obtenidos en la pasada elección y la decisión de encabezar la lista al Senado por su partido forman parte de su historia.

La vida interna de los partidos políticos importa mucho porque es reflejo de la forma en que en los órganos del Estado se comportarán cuando lleguen (si es que así ocurre); por ello, estar atentos a los cambios de dirigencias y los mecanismos que se establecen para ello deviene relevante, y lo es más cuando tales ocurren en la oposición que, como es su naturaleza, aspira a dejar de serlo y volverse en partido gobernante.

Acción Nacional, que este año cumplió 85 años de existencia, debe construir un proyecto atractivo para la ciudadanía que logre ser una alternativa viable a las políticas gubernamentales; le haga, al menos, sombra a las figuras y símbolos que tiene el oficialismo, y que incluya a los sectores que se sienten excluidos y marginados por las políticas actuales. No se trata de recoger a los que no tuvieron candidaturas, cargos o canonjías, sino de volverse receptivos a las ideas, demandas y sugerencias de aquellas personas y grupos que no se identifican con las formas actuales del poder.

El PAN deberá asumir una tarea permanente, como cuando fue fundado, de educación cívica y difusión de sus ideas para hacerse de adhesiones reales, por convicción. No la tiene fácil: sus propios errores le pesan.

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