De qué hablo cuando hablo de escribir y el Premio Akutagawa
“¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa!”, le responde el cartero a Neruda tras ser increpado por el poeta, debido a que uso los versos del chileno para conquistar a una mujer. Esto en la novela “El cartero de Neruda” de Antonio Skármeta y la realidad es que tiene razón. Toda obra pertenece al creador y a quién la usa como le plazca, pero no le pertenece a quien firma el trabajo sin haberlo llevado a cabo.
Hago referencia a esta situación, debido a la reciente ganadora del reconocimiento literario más importante de Japón: el Premio Akutagawa, quien confesó haber usado inteligencia artificial para escribir parte de su novela “La torre de la simpatía de Tokio”, argumentando que permitió liberar su potencial creativo, pero sabemos que escribir no se trata de inspiración, esta es solo una idea que surge, escribir realmente consta de trabajo y disciplina.
En ese contexto, me gustaría contarles del libro “De qué hablo cuando hablo de escribir”, del escritor japones Haruki Murakami y cito: “El Premio Akutagawa tiene, a mi modo de ver, un considerable halo mágico, un prestigio siempre realzado cuando ciertos escritores se ponen a alborotar cuando lo ganan. Su autoridad queda aún más patente porque existen escritores como Haruki Murakami que se alejan voluntariamente del mundo literario al no poder hacerse con él”, escribió en una columna Soma Yuyu.
Leyeron bien, el eterno candidato al Premio Nobel de Literatura y ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras jamás ganó el galardón más importante de su país, pero sí lo obtuvo alguien que uso inteligencia artificial para concretar su obra, situación que a mi parecer demerita este reconocimiento porque la originalidad es algo inconfundiblemente propio y no algo que la inteligencia artificial pueda lograr, ya que si se le solicita escribir algo similar podría repetir el mensaje.
Si permitimos o mejor dicho premiamos a escritores que usan la inteligencia artificial, corremos el riesgo de que las palabras caminen solas y como bien dice el autor en “De qué hablo cuando hablo de escribir”: “Las palabras tienen poder y ese poder hay que saber usarlo de una forma correcta”, porque cuanta razón tuvo el tío Ben cuando dijo “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, ya que si las premiadas figuras literías usan esta herramienta, ¿en realidad quién es el que está escribiendo e influyendo en el lector?
Además, qué hay de la arrogancia del escritor, si no la tienes es imposible serlo, explica Murakami. ¿Cómo tener arrogancia si la obra no es completamente tuya? Porque si hemos de ser sinceros, en todo momento la estrella real es el escritor, no quién tuvo la idea o la vivencia como sucedió con “Relato de un náufrago”, de Gabriel García Márquez, quién fue demandado por quien vivió el naufragio con el argumento de que esa era su historia, pero obviamente él jamás podría contarla como lo hizo el escritor colombiano, tampoco importa quién corrija el escrito, porque de ser así el corrector de estilo sería la estrella y no el autor.
Concluyo diciendo que quienes escribimos sabemos que la inspiración es constante, pero plasmar esas ideas y concretar realmente un libro en cualquiera de sus géneros, es realmente un trabajo arduo e individual, no me imagino pedir colaboraciones de algo que es sólo mío y que no deseo compartir con nadie más que con los lectores. Si tienen la intención de escribir, les recomiendo “De qué hablo cuando hablo de escribir”, cuenta con esa narrativa sencilla, surreal y musical a la que nos tiene acostumbrados Haruki Murakami, confesándonos algunas historias en su ya consagrado viaje como escritor.