La creadora del documental «Inner Wars» (2021), la ucraniana Masha Kondakova, cuenta su experiencia durante la grabación en la que acompañó durante tres años a tres mujeres ucranianas en el frente del Donbás, y sobre cómo es vivir la invasión actual desde la distancia
Teresa Suárez*
Masha Kondakova (Kyiv, Ucrania. 1989) es una actriz, guionista y directora de cine que actualmente vive entre Ucrania y Francia. En 2021 estrenó su primer documental titulado «Inner Wars», una película que narra y cuestiona las diferentes guerras internas desde la voz de Inna, Olena y Lera, tres mujeres en el frente de la guerra que se inició en el Donbás en 2014, tras la anexión de Crimea y la autoproclamación de las repúblicas de Donetsk y Lugansk por fuerzas separatistas prorrusas. Imágenes crudas, heridas abiertas, lo cotidiano y la angustia que provoca el combate en el día a día y más allá. Todo ello construye un relato reflexivo sobre una guerra que se extiende hasta nuestros días. Kondakova pone en foco la imagen estereotipada que se ha construido de la mujer en la guerra y el rol designado por la sociedad mostrando qué les ha llevado a sus protagonistas al combate y las consecuencias de su elección.
La encontramos en un café cercano a la plaza de la República en París, punto neurálgico de las manifestaciones en apoyo al pueblo ucraniano en la capital francesa, para hablar de la guerra como mujer, desde el terreno y desde la distancia. Nacida y criada en Ucrania, estudió cine en la Universidad Nacional de Kiev y en la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne. Lystopad, su primer cortometraje, se ha proyectado en más de 70 festivales de cine internacionales, además de ganar 14 premios.
–Teresa Suárez (TS): Tristemente tu documental «Inner Wars» está más que nunca de actualidad. ¿Cómo decides iniciar este proyecto?
–Masha Kondakova (MK): Me habían propuesto hacer otro documental sobre la gente que volvía de la guerra, pero yo quería ir al frente, ver qué es ser una mujer en primera línea. Hay muchas mujeres en el cuerpo militar, como personal sanitario, administrativo… pero no tantas en el frente. El libro «La guerra no tiene rostro de mujer» [de Svetlana Alexiévich] me influyó muchísimo. ¿Qué es ser una mujer en el frente? Un amigo escritor me habló de una mujer soldado, Lera Bourlakova, antigua periodista que había llegado al frente para informar y que luego había decidido unirse al Ejército convirtiéndose en comandante de la unidad de tiro de mortero. Había perdido a su amor en el frente delante de ojos por una mina. Lo cuenta todo en su libro«Bajo el cielo de Donbás». Su historia me revolvió completamente. Quería hablar de ella, mostrar su realidad.
–TS: Tu documental es muy fuerte porque no muestras a las soldados como heroínas, reflejas lo que hay: el antes, el durante y el después del frente. ¿Cómo fue ir grabando a estas mujeres durante tantos años?
-MK: Quería hacer algo íntimo y diferente. Llegamos al frente ilegalmente a Svitlodarsk en 2017 [N.T.: Svitlodars»k es una pequeña ciudad industrial situada en la región de Donetsk. En 2016 fue testigo de una de las batallas más sangrientas al inicio del conflicto]. Lera pensaba que me iba a quedar unas horas e irme, como hacen todos los periodistas, pero al final me quedé dos semanas junto con mi equipo. Vivimos los bombardeos juntos, fui herida. Cuando estás en el terreno, con los soldados, no puedes irte, no hay pausa, la cámara te protege del miedo. Los soldados me molestaban, probaban mis límites, querían ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar. La verdad es que podría haber hecho una película solo de Lera, pero quería hablar de la guerra en tres dimensiones: presente, pasado y futuro. Lera es el presente. Ira, médico en el frente, es el pasado y la veterana que sufre las consecuencias de la guerra. Cuando sufre su accidente, Ucrania no estaba lista para recibir a los soldados heridos. Su situación es muy difícil, Ira quiere luchar por el futuro, pero los fantasmas de la guerra la persiguen. Olena, la bruja, es el futuro, perdió a casi toda su familia en la guerra, pero también recuperó la esperanza y el amor en el frente. Me hubiera gustado poder grabar en el lado separatista, para ver la realidad en los dos bandos, pero no fue posible. Las chicas siempre fueron majas conmigo, pero al principio no confiaban en mí, no entendían el propósito del documental, ganar su confianza, atravesar su círculo de protección fue muy difícil, pero perseveré durante meses, al final me mostraron que pese a todo la vida es más fuerte que la muerte.
–TS: En el documental denuncias las discriminación, el tratamiento mediático que reciben las mujeres en el frente, muchas veces centrado en una feminidad que roza la parodia.
–MK: Sí, la televisión ucraniana se empeñaba en dar una imagen estereotipada de las mujeres en primera línea, realzando su feminidad, haciéndoles preguntas sobre su belleza, era ridículo. ¿Por qué no le preguntan las mismas cosas que a los hombres? Esas mujeres arriesgan su vida todos los días, y los periodistas le preguntan sobre qué es no poder ducharse todos los días o cómo hacen para peinarse o tener una buena manicura ¡Es ridículo! Ira habla abiertamente de la discriminación en el frente por ser mujer, en la vida civil por su minusvalía provocada en el frente. Eso también es la vida de los soldados.
–TS: Sí, y creo que lo reflejas muy bien: no muestras a las soldados como heroínas perfectas, como personajes míticos, expones sus miedos, sus debilidades, sus traumas.
–MK: No hay que olvidar que son personas, es la base de mi documental, la intimidad. Glorificarlas no hubiera servido de nada. Yo hablo de tres mujeres, de su vida en este contexto. La guerra está por todas partes, es un personaje, un lugar terrorífico, un hilo conductor de tres historias. No eran soldados profesionales, pero todas ellas decidieron actuar y alistarse. La guerra entró en sus vidas como un ciclón. Arrasó sus vidas. La guerra no es algo normal pese a que exista desde el principio de los tiempos. ¿Por qué seguimos haciendo guerras? Todo el mundo sabe lo que implican, los desastres que causan. La gente tiene que huir, esconderse, simplemente por querer vivir. Es terrorífico. Olena perdió a casi toda su familia, Lera a su pareja delante de ella, Irina sufre las secuelas… No es la primera guerra que provoca Putin, todos sabemos lo que pasa…Pese a todo Ucrania resiste, lo llevamos haciendo siempre.
–TS: Formas parte de una generación que rompe completamente con las precedentes, una generación que crece en una independencia. ¿Qué crees que os caracteriza?
–MK: Creo que la libertad de expresión nos define mucho. Nací el 6 de marzo de 1989, poco antes del fin de la Unión Soviética y antes de la independencia ucraniana. La revolución naranja tuvo un impacto muy importante en todos nosotros, tenía como unos 14 años, aún estaba en el colegio. Con Yushenko (N.T: presidente ucraniano de 2005 a 2010, tras la revolución naranja, revueltas ciudadanas provocadas tras el fraude cometido durante las elecciones por el presidente prorruso Vicktor Yanukovitch. Yushenko sigue siendo para muchos un símbolo de cambio y de verdadera independencia de Moscú) veíamos el inicio de algo, un cambio a mejor, todo el mundo hablaba de ello, mis padres tenían miedo a que me pasara algo, así que me escapé del colegio para ir a las manifestaciones. Era una romántica y creo que esto influyó en mi trabajo, en querer contar historias, tocar almas, hacerles reflexionar… Y luego llegó el Maidán… Mi generación fue testigo de todo y lo documentamos. Aquel 22 de noviembre… todos creíamos que podíamos cambiar las cosas de verdad (N.T: primer día de manifestaciones tras la ruptura del acuerdo para entrar en la Unión Europea por parte del presidente Viktor Yanukovitch. Días más tarde, el 29 de noviembre la policía antidisturbios agredió duramente a los manifestantes, la primera vez que ocurría tras la Independencia. La agresión causó una gran respuesta en la sociedad civil, comenzando así el Euromaidán), pero llegó la guerra, fue demasiado para mí. La guerra nos hizo daño, pero también nos unió, cada uno ayudaba como podía. Y ahora volvemos a lo mismo. ¿Quién ha dado el derecho a Putin de declarar una guerra?
–TS: Desde el inicio de la invasión hemos visto una cantidad inmensa de testimonios de ciudadanía ucraniana en primera persona a través de las redes sociales. Podemos seguir la guerra en directo a través de nuestros teléfonos, la guerra llega a formar parte de nuestro día a día aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. ¿Cómo vives esto desde la distancia?
–MK: Los primeros días fueron muy duros, no dejaba de mirar al teléfono, no dormía, estaba al borde del burn out. Ahora consigo descansar algo. Estoy en contacto con mis amigos y mi familia. Hablamos como cinco veces al día, podemos tener noticias muy rápidamente. Ayudé a mi madre y a mi hermana a salir de Kyiv, no tenía sentido que se quedaran. Mi padre continúa en la capital. Cuando empezó la invasión se lo tomó con humor, él es profesor de Física en la universidad y me decía que eran como unas vacaciones. Cuando hablamos escucho el sonido de las explosiones de fondo… Cuando cuelgo es la desolación… Me permito 15 minutos de colapso mental al día, lloro y luego vuelvo a la carga. No me sirve de mucho llorar… Respeto la decisión de mi padre, pero es doloroso. Si mi padre decide irse haré lo que sea por sacarlo, encontraré una solución, pero solo lo haré si me lo pide. Durante un tiempo pensé en volver, ¿pero para qué? No sé coger un arma. Desde aquí puedo ser más útil, traduzco artículos al inglés y al francés, ayudo a desmentir las fake news. Me gusta tener la información en bruto, como directora sé cómo un mensaje puede variar completamente según el montaje, cómo el mensaje puede cambiar, ya lo demostró Kuleshov en los orígenes del cine. Los ciudadanos luchan contra la propaganda, es la resistencia tecnológica y en esta guerra es muy importante. Este es mi lugar en el combate. La diáspora ha sabido movilizarse muy rápidamente y creo que está teniendo un efecto. Putin ha cerrado Twitter, Facebook, algo está pasando, la gente empieza a cuestionar cosas, las sanciones tienen una repercusión en la vida de las personas, son sanciones horribles…Hablo con mis amigos rusos, les enseño las imágenes de los ataques. Me dicen que los soldados han sido enviados para entrenarse o que son los soldados ucranianos los que hacen todo eso a los civiles. Es atroz, es el poder de la propaganda, si la gente viera las imágenes reales más gente saldría a manifestarse y estoy segura que la guerra acabaría. ¿Qué van a pensar todas esas personas cuando reciban a sus hijos, a sus maridos muertos tras unos «entrenamientos»? Es terrible, todo este dolor por culpa de una persona, de Putin.
–TS: ¿Sigues en contacto con las mujeres protagonistas del documental?
–MK: Sí, cuando la invasión comenzó escribí rápidamente a Olena, porque ella continúa en el frente. Su hija también ha decidido alistarse. Ahora está en Marinka. (N.T. ciudad a unos 30 kilómetros de Donetsk) Intentamos hablar una vez cada dos días. Lera está en Alemania y ha tenido a su niño. Me dice que es insoportable, que quiere volver, pero no quiere dejar a su niño. Ira es más difícil, llevo varios días sin saber nada de ella, creo que está en el oeste junto a su familia.
–TS: ¿Qué futuro esperas para Ucrania?
–MK: Vamos a bailar, hacer el amor, celebrar la vida y reconstruir el país, estaremos unidos. Es un país formidable. Los ucranianos conocemos el sabor de la libertad, no podemos imaginar la vida de otra manera, no vamos a quedarnos de brazos cruzados dándole el poder a un dictador. Es una cuestión de tiempo, pero Ucrania lo va a pagar caro con la vida. Nadie nos puede arrebatar nuestras creencias, nuestro corazón, nuestro espíritu. Volveremos y celebraremos la victoria juntos, así lo creo. Como dice Olena en el documental: «La vida será tan brillante que solo podré llevar gafas de sol».
* Este artículo fue retomado del portal Pikaramagazine