Hace unos días se reinauguró la cafetería y hay descuentos en diversos títulos
Sandra de los Santos / Aquínoticias
Una de las imágenes más tristes que tengo de la pandemia es haber llegado a la Librería del Fondo de Cultura Económica José Emilio Pacheco y ver todo eso desolado. No habían visitantes, los libros estaban desacomodados (no soy fan del orden, pero aquello se veía muy descuidado); las y los trabajadores ni siquiera se inmutaron al momento que entre al lugar. Apenas se estaba saliendo de la primera ola y el temor todavía rondaba por todas las calles.
No me había vuelto a parar en la librería desde ese día hasta hoy, que fui motivada porque me había enterado que reinauguraron la cafetería. Desde que ingresé el ambiente era otro. Llegaba del calor de las 2:00 de la tarde en Tuxtla Gutiérrez, y el aire del clima y la voz de Tina Turner me recibieron muy bien.
Debo de confesar que de mis placeres en la vida más grandes es ir a las librerías e ir acumulando un montón de libros para después sentarme y escoger, tranquilamente, cuál me llevaré. No en todas las librerías que hay en la ciudad se puede hacer eso, en algunas por el trato hostil de las y los empleados y en otras porque no tienen el espacio. La «José Emilio Pacheco» me agrada porque puedo ejercer esa práctica a mis anchas. Nadie me apura, y tienen las instalaciones adecuadas para poder hacerlo.
Hoy iba con toda la intención de no comprar nada, sino solo ir a curiosear, quitarme ese sabor amargo de mi última estancia. La compra de libros en estos momentos puede desestabilizar mi economía, aunque dije «si encuentro por ahí mi autoregalo de cumpleaños no me lo negaré». Me hizo ojitos un libro de Angela Davis, una antología de textos de Antonio Gramsci y una novela de Cristina Peri Rossi.
Durante toda la pandemia he comprado muy pocos libros físicos porque me he acostumbrado mucho al lector digital, aunque le he encontrado un sinfín de ventajas, el libro físico, para mí, sigue teniendo su encanto.
El libro como objeto me sigue atrayendo, me gustan las ediciones cuidadas, las ilustraciones, me fijo en los pies de página, la tipografía, la forma en que conversa todo en un libro y se vuelve parte de un solo lenguaje. Todo eso se pierde en los lectores digitales.
En mi visita a la librería me encontré una edición bastante atractiva de Sherlock Homes, aunque sería poco manejable. También me encantó el «Largo libro de cerditos».
Aunque encontré pocos títulos de los temas que me interesan, me encantó ver de nueva cuenta la librería llena, con los ejemplares acomodados, las y los trabajadores atentos. Se nota que se está recuperando.
La cafetería sigue siendo el mismo espacio en la planta alta del establecimiento. Nada nuevo bajo el sol, pero es innegable que su reinauguración es una bocanada de aire fresco para este espacio, que salió afectado con la pandemia.
Ojalá, sitios como la librería «José Emilio Pacheco», que está dentro de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), sean de los espacios que se recuperen ahora que las olas han bajado, que podemos regresar a caminar por donde antes estuvimos y fuimos felices. Estos oasis que fomentan el encuentro y la lectura no se deben de perder. Vayan, vayan, y se toman una soda de mango o arándano a la salud de este sitio.