Por Mario Escobedo
Desde los albores de la humanidad, la movilidad ha sido una constante. Las fronteras, construidas sobre la base de conflictos y guerras, han intentado limitar un fenómeno inherente a la condición humana: la migración. Sin embargo, en la actualidad, el sistema global de gestión migratoria, diseñado tras la Segunda Guerra Mundial, se muestra insuficiente ante los retos del siglo XXI.
Los altos niveles de migración evidencian que las políticas restrictivas, las deportaciones masivas y la eliminación de protecciones legales para los solicitantes de asilo no han resuelto el problema. En lugar de ello, han fortalecido mercados ilegales y redes de traficantes, debilitando a las economías locales y perpetuando un ciclo de inestabilidad.
II. Tuxtla Gutiérrez ante la crisis migratoria
La crisis migratoria, que por décadas parecía un fenómeno lejano, ha llegado a la capital de Chiapas. Aunque la migración históricamente se concentraba en municipios fronterizos como Tapachula, la geografía de Tuxtla la mantuvo al margen. No obstante, en los últimos años, y en especial tras la pandemia de COVID-19, los capitalinos han sido testigos del crecimiento de la población migrante en las calles, semáforos, estacionamientos y diversos sectores laborales informales.
La ausencia de un protocolo de atención es evidente. Muchos migrantes llegan a Tuxtla sin conocer la ciudad, guiados por información de otros migrantes que aseguran que aquí hay mejores oportunidades laborales. Otros, simplemente, son trasladados por el Instituto Nacional de Migración desde Tapachula y abandonados en albergues que sólo pueden ofrecerles refugio temporal.
Las razones que llevan a estos migrantes a Tuxtla son diversas: huyen de la violencia, la pobreza y la inestabilidad política en países como Honduras, Venezuela o Haití. No obstante, más allá de las causas, la realidad es que ya están aquí y requieren atención.
Esta nueva dinámica demográfica plantea retos significativos para la ciudad. La presencia de migrantes en condiciones de vulnerabilidad aumenta la demanda de servicios sociales, salud y empleo. La falta de estrategias de integración también puede generar tensiones sociales y una percepción errónea sobre la migración como un problema en lugar de una oportunidad.
Por otro lado, algunos migrantes han logrado integrarse en sectores como el restaurantero, el comercio ambulante y el servicio doméstico. Este fenómeno demuestra que existe una demanda laboral insatisfecha en Tuxtla, que podría ser aprovechada a través de políticas públicas de regularización y capacitación.
La gestión migratoria en la capital chiapaneca requiere una estrategia multisectorial. Es necesario establecer programas de inclusión que permitan a los migrantes acceder a trabajos formales y contribuir a la economía local. Al mismo tiempo, la población residente debe recibir información clara sobre el impacto de la migración, promoviendo un enfoque de solidaridad y cooperación.
III. Hacia un nuevo sistema migratorio
La migración no es un fenómeno transitorio; es una constante en la historia de la humanidad. Intentar detenerla con medidas represivas solo genera efectos contraproducentes. En lugar de respuestas de corto plazo, es imperativo diseñar un sistema moderno y funcional que garantice una gestión ordenada, digna y beneficiosa para todos.
Muchos países ya han implementado sistemas que permiten integrar a los migrantes de manera productiva en la economía y la sociedad. Según la Convención sobre los Refugiados de 1951, los solicitantes de asilo tienen derecho a empleo, educación, documentos de viaje y protección social. Sin embargo, en la práctica, la distinción entre refugiados y migrantes económicos ha dejado fuera a millones de personas que escapan de condiciones de extrema pobreza y riesgo.
El crecimiento de la economía informal en Tuxtla Gutiérrez, donde muchos migrantes ya trabajan en sectores como la restaurantero, el comercio ambulante y el servicio doméstico, demuestra que hay una demanda laboral insatisfecha. Regularizar su situación podría generar beneficios tanto para ellos como para la economía local.
IV. La promesa de la migración
Tuxtla Gutiérrez tiene ante sí un desafío, pero también una oportunidad. La migración, lejos de ser un problema, puede representar una fuente de desarrollo si se gestiona de manera adecuada.
La ciudad no puede seguir ignorando esta realidad. Es necesario generar políticas públicas que permitan la integración de los migrantes, facilitando su acceso a empleo formal, salud y educación. Además, se debe fomentar un cambio en la percepción social: en lugar de ver a los migrantes como una carga, es fundamental reconocer su potencial para contribuir al crecimiento de la región.
Adoptar una visión progresista y humanitaria sobre la migración no solo beneficiará a los migrantes, sino también a la comunidad local. Una política de inclusión bien estructurada puede reducir la informalidad laboral, mejorar la seguridad y fortalecer el tejido social. Es un hecho que la migración continuará, y es responsabilidad de los gobiernos y la sociedad prepararse para gestionarla con eficacia y humanidad.
No actuar con prontitud significará perpetuar la exclusión, la explotación y el malestar social. En cambio, diseñar estrategias inclusivas permitirá que la migración sea un factor de dinamismo económico y social. Es momento de cambiar la narrativa: en lugar de ver la migración como una crisis, debemos abordarla como una oportunidad para el crecimiento y la convivencia armónica en Tuxtla Gutiérrez.