En la Mira / Hector Estrada

El sindicalismo que se niega a morir

La reciente creación de la nueva Coalición de Organizaciones Sociales, Civiles, Sindicales y Campesinas (COSCISYC) en el estado de Chiapas parece un respiro en medio de la embestida que han sufrido durante los últimos años las organizaciones sociales, sindicales y campesinas para lograr su debilitamiento y desarticulación sistemática.
Para nadie es un secreteo que durante la última década las organizaciones de trabajadores en México han enfrentado el más intenso de los embates gubernamentales y empresariales. El plan estratégico para debilitar y desaparecer a la fuerza sindical ha quedado de manifiesto en acontecimientos del dominio público.
Y los ejemplos sobran. Ahí están las primeras grandes desarticulaciones como la aplicada al sindicato de Luz y Fuerza del Centro, y otros más recientes como el caso de Petróleos Mexicanos (Pemex) o el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, cuya verdadera fuerza de movilización terminó mudándose a la Coordinadora Nacional (CNTE), tras la caída de Elva Esther Gordillo.
Pero Chiapas no ha sido ajeno a esa inercia. El conflicto del sindicato de trabajadores al servicio del Gobierno del Estado es un problema que nada más no termina de arreglarse, mientras muchos de los trabajadores involucrados se mantienen en la incertidumbre. Sin olvidar el bloqueo gubernamental que se impuso al nuevo sindicato similar (USTRAGECH) que ya se tenía registro y sesiones ordinarias, pero fue echado abajo de manera repentina.
Y la iniciativa privada también ha tenido su participación. Con la venia y complicidad de las autoridades estatales y federales han popularizado el uso indiscriminado de las «outsourcing» (empresas de subcontratación) para despojar a los trabajadores de muchos derechos relacionados con las prestaciones y la antigüedad laboral.
El ejemplo más desolador en Chiapas está precisamente en la Confederación de Trabajadores de México (CTM) que hoy luce convertida prácticamente en un «elefante blanco». Su operatividad y presencia política han sido reducidas a casi nada. Es un monumento al recuerdo de lo que antes significó como verdadero músculo sindical, y que ahora sólo funciona como simple brazo debilucho de las estructuras priistas.
Por eso, más allá de los intereses «tras bambalinas», resulta positivo el resurgimiento de las coaliciones de organizaciones en Chiapas para el fortalecimiento de un contrapoder muy mermado. El proyecto de la denominada COSCISYC se vislumbra como un respiro a una lucha laboral que se veía irrecuperable, asumida ya como una derrota sin marcha atrás.
De 2007 a la fecha, según cifras del INEGI, el número de asalariados agremiados a algún sindicato en México se ha disminuido en alrededor de un 10 por ciento, lo que representaría una cantidad de más de 400 mil trabajadores menos. Son cifras que hablan de una situación silenciosa de lo que muchos rumoran, pero nada se dice de manera oficial.
La creación de organismos como la COSCISYC seguramente no caerá en el agrado de las instituciones de gobierno y las empresas empleadoras donde los derechos laborales son sólo complicaciones administrativas y/o presupuestales. Ojalá la nueva coalición sobreviva a los embates que seguramente llegarán y pueda ser aliciente de otras más organizaciones para reimpulsar la integración de nuevas alianzas laborales y civiles que tanta falta le hacen a un país como México.

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