En la Mira / Hector Estrada

Entre partidos y negociaciones políticas

Ante tanto escándalo provocado por la migración de Zoé Robledo Aburto a Morena uno podría hasta creerse eso de que los partidos políticos en México verdaderamente se rigen por principios inquebrantables, autonomías innegociables e ideologías inviolables. El cambio de camisetas o colores partidistas es tan viejo como la incipiente democracia mexicana misma.
Y para esto es necesario hablar con honestidad. Los partidos políticos, sin excepciones, son en México verdaderos clubs de negociación permanente, donde la ideología de partido es lo menos importante a la hora de acordar posiciones electorales, espacios de poder o líneas de financiamiento. Son aquí simples órganos con registro oficial para poner las candidaturas sobre la mesa al mejor postor.
Los ejemplos sobre políticos cambiando de «camisetas» sobran en la historia de la «democracia» mexicana. El propio Andrés Manuel López Obrador ha sido un político que ha saltado de un partido a otro en más de una ocasión. Basta con leer un poco de antecedentes para conocer el origen partidista que quienes fundaron gran parte de los ahora denominados principales partidos de izquierda en México.
La salida de Robledo Aburto tiene un trasfondo que va más allá de sumarse o no al proyecto nacional de Andrés Manuel López Obrador. El secuestro permanente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Chiapas, a manos de los aliados al poder gubernamental en la entidad, había vuelto insostenible su permanencia en ese partido.
El control ejercido sobre el PRD por parte del gobierno de Manuel Velasco Coello, de manera directa por el presidente de la mesa directiva del Congreso de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, había hecho inevitable la salida Zoé Robledo mientras los tiempos electorales se hicieran cada vez más próximos. Era una determinación postergada y se había vuelto ya una historia muy anticipada.
El anuncio hecho el lunes por Robledo Aburto cayó como balde de agua fría al propio Eduardo Ramírez Aguilar, quien ya ha sostenido varios encuentros con la dirigencia nacional de Morena en búsqueda de una posible candidatura al gobierno de Chiapas mediante un partido distinto al Verde Ecologista. Y qué decir de figuras como Plácido Morales u otros tantos de la vieja guardia.
Fue una clara respuesta al «coqueteo político» hecho por Manuel Velasco Coello durante su cuarto informe de gobierno cuando, sospechosamente, decidió saludar de manera especial al líder de Morena durante el inicio de su discurso. Se trata, sin duda, de una jugada política en el tablero del ajedrez electoral para comenzar a complicar pasos y avanzar juegos con miras a las definiciones del 2018.
Hoy el mayor lastre para Zoé Robledo es su innegable vinculación con Juan Sabines Guerrero y la aprobación de las deudas estatales adquiridas. Son pesados antecedentes que lo han estigmatizado desde su paso por el Congreso de Chiapas; armas letales de las que difícilmente podrá deslindarse y que sus enemigos usarán como principales elementos de ataque una y otra vez en el camino al relevo sexenal que se avecina.
Para infortunio o no de la realidad política en Chiapas, el escenario parece comenzar a definirse sin la aparición de nuevas figuras u opciones que representen algún tipo de competencia real entre los que ya destacan como candidateables, por lo que personajes como Zoé Robledo, Francisco Rojas y Rómulo Farrera siguen siendo todavía las únicas figuras antagonistas a los intereses del «gobierno verde» que encabeza Manuel Velasco Coello y sus aliados.

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