Las personas vemos e identificamos lo que nos rodea y le damos sentido a los sentimientos y emociones por medio de palabras. Traducimos imágenes con símbolos, denominados grafemas –la unidad más pequeña de la escritura– que, ordenados, dicen algo. No hay otra manera para descifrar el mundo y hacerlo inteligible; por ello, se busca que sean precisas, que reflejen lo que se quiere compartir o lo que se desea entender. Sin palabras somos seres incompletos. Adolecemos de una parte de nuestro ser evolucionado. La palabra es una creación humana a la vez que, con ella, la persona se prolonga en el tiempo.
Por eso, existen tantas palabras como acciones humanas y no humanas, y cosas en el mundo. Las palabras existentes no se cuentan por cientos sino por miles. No alcanza una vida para usarlas todas. Cada idioma tiene las suyas. Si se revisan las entradas de los diccionarios más autorizados se verá su prodigalidad. El Oxford English Dictionary tiene poco más de 300,000 entradas y el diccionario de la Real Academia Española tiene cerca de 90,000. Ambos registran, claro está, palabras que ya no están en uso. El diccionario alemán Duden, tiene medio millón de voces. Un número similar tiene el Grande Dizionario Italiano Hoepli. Por supuesto, no son todas las palabras que existen.
Desde 2013, la Fundación del Español Urgente, hoy fundéuRAE, selecciona una palabra «del año», la ganadora «no tiene que ser necesariamente una voz nueva, ha de suscitar interés lingüístico por su origen, formación o uso y haber tenido un papel protagonista en el año de su elección». La de 2021 fue «vacuna». La segunda vinculada a la crisis de salud desde que inició en 2020 cuando se seleccionó «confinamiento». No deja de ser interesante que ambas hagan referencia a la mejor manera, cada una en su tiempo, de salvar vidas. Pienso que no podría de otra forma porque las palabras reflejan lo que la generación que las usa anhela: ayer y hoy, el deseo es seguir acá, viviendo, sintiendo.
«Vacuna» tiene una relevancia particular. No sólo significa la intervención farmacológica para hacerle frente a la enfermedad y salir, sin más dolor y en el menor tiempo posible, de la crisis planetaria que ha revelado lo frágil que es la especie humana. La palabra seleccionada es un homenaje a la capacidad de mujeres y hombres quienes, en medio de la dificultad, utilizaron la ciencia –punto culminante de la razón– para salvar vidas.
La triada vacuna/ciencia/razón muestra lo innegable: no hay otro camino que no sea el del conocimiento acumulativo y verificable por el cual se transite a un estadio mejor.
La palabra del 2021 es una plegaria laica –si se permite ese oxímoron– por un mañana distinto, sin miedo y con certidumbre. Es una ferviente petición por detener el desastre. Son seis letras por la esperanza.