«Ahorita no dejen salir a sus mujeres, a cualquier mujer, andan a diestra y siniestra levantando, andan pagando 10 mil varos por cada vieja que se lleven, ahorita andan a lo pendejo levantando» dice un audio con voz de un hombre que se difundió ampliamente en whatsapp. «Se ordenó un levantamiento de mujeres desde la Fiscalía, te llamo para que tengas muchísimo cuidado, por favor, está confirmado porque un compañero de aquí del trabajo le marcó a un amigo de la Fiscalía y le dijo que efectivamente es cierto» señala otro audio, con voz de una mujer, que fue distribuido también por el mismo medio de mensajería instantánea. Ni uno de los dos audios son ciertos, sin embargo, en muchos casos lograron su cometido: generar aún más zozobra y encerrar a las mujeres.
El motivo de este texto no es hablar de la desinformación y la propagación de las noticias falsas, en más de una ocasión he compartido textos sobre el tema. Mi intención es hablar sobre la vida pública de las mujeres, y la falsa concepción de que solo en casa estamos a buen resguardo.
Estos audios se difundieron a partir de que se dio a conocer la desaparición y muerte violenta de la joven Debanhi Escobar en el estado de Nuevo León. A partir de estos hechos el discurso de que más vale que las mujeres permanezcamos encerradas, que no hay que salir (sobre todo si se es joven) se ha propagado. Las mujeres parecemos estar condenadas a ser las eternas cenicientas y regresar a casa antes de la medianoche. En este caso no es que el carruaje se nos convierta en calabaza, es que podemos terminar asesinadas.
La idea que «Jack el destripador» anda suelto en las calles y que solo en casa estamos seguras es falsa. La mayoría de las agresiones que se cometen en contra de las mujeres es de personas cercanas, tan cercanas que muchas veces viven bajo el mismo techo.
Una vez más, el discurso se está centrando en «cuídense, mujeres», y se les olvida la parte agresora. Las acciones de prevención que deben de existir para inhibir estos delitos, por ejemplo, el acceso a la justicia para las víctimas.
No es encerrando a las mujeres que se lograra frenar las desapariciones y feminicidios, se necesitan políticas públicas integrales, empoderar a las mujeres y no llenarlas de miedo y ponerlas bajo tres candados. Estas acciones lejos de ayudar lo que harán es que «los malos» (cualesquiera que sean) ganarán terreno. Una vez más perderemos sitios en la vida pública, seremos –de nuevo- quienes tengamos que ceder el espacio público y ya no podemos dar marcha atrás en ello.