La «popularidad» de la fe guadalupana

Cada año, la utopía social de convivencia de clases sociales se presenta en la Avenida Central, de la Novena Poniente hasta la Cuarta Poniente; mientras caminan a la Parroquia de Guadalupe, ricos y pobres comen, bailan y compran. Atan sus ligas con el pasado, se adentran a la vida histórica y popular

Daniel Torre / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]l 11 de diciembre en la noche, la Iglesia de Guadalupe, año con año concentra la religiosidad popular chiapaneca, un guadalupanismo singular lleno de alegorismo y folklore. Lugar donde tiene lugar la fiel devoción a «Nuestra Señora de Guadalupe»; la «Reina de México», Guadalupe-Tonanzin quien a partir de su aparición a Juan Diego según el historiador Joseph H. L. Schlarman en su libro «México tierra de volcanes «prendió en los indios, mestizos y españoles por igual y sigue influyendo hasta ahora el más poderoso dominio religioso y cultural sobre los mexicanos de todas las clases.»
La utopía social de convivencia de clases sociales se presenta en la Avenida Central, de la Novena Poniente hasta la Cuarta Poniente; en ella, ricos y pobres caminan, comen, bailan y compran. Atan sus ligas con el pasado, se adentran a la vida histórica y popular.

La transfiguración del personaje colectivo: el peregrino

El incansable peregrino vive un ascetismo dual, renuncia por un día o varios a los placeres materiales, a la comodidad de movilidad, recorre distancias acorde a sus pecados o peticiones; también canta, se alegra, sabe que esta flagelación lo vale e instantes antes de su entrada triunfal a la Iglesia de Guadalupe un último suspiro los impulsa al baile saltarín colectivo y desmedido; frente a la virgen agachan las miradas, y entonan cantos guadalupanos al unísono.
El peregrino transmuta, cambia de piel y de rostro, se enmascara y baila con sonaja, llora y ríe, no está solo, como dice Monsiváis, «se entrega al símbolo que desdobla en doctrina y nación, en alivio demográfico porque hay cientos de miles como ellos, del contento de poder haber nacido en el seno del agradecimiento guadalupano»; el peregrino conserva sus trajes y tradiciones, doblegándose a una misma imagen.
Miles de peregrinos llenan las principales avenidas de la capital chiapaneca van a veces montados en carros alegóricos con equipo de sonido incluido, en caravana de motocicletas o coches, o caminando en grupos, con mantas de agradecimiento y estandartes y playeras con una imagen que dice: «Gracias por cubrirnos con tu manto: Modatelas»
Los peregrinos adornan, celebran y festejan; llenan ese sentimiento de vacío provocado por la decoración navideña, vil y desinteresada -una hilera de LED mal puesta a lo largo de toda la Avenida Central- disfuncional como la administración misma.
A veces la vida del peregrino forma parte del sacrificio cósmico ligado al indigenismo mexicano, León Portilla plasma un pasaje de los códices matritenses de los informantes de Sahagún en donde los dioses hablaron así:
¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
Que por nuestro medio se robustezca el Sol,
Sacrifiquémonos muramos todos.
Los humanos por el sacrificio de los dioses habían recibido la vida, y con ella alimentaría el movimiento cósmico. Las carreteras del estado se vuelven de transito lento, cientos de peregrinaciones adornan de alegría los lúgubres caminos, el peregrino a veces muere en su encrucijada carretera; los automovilistas se echan la culpa diciendo «si ya sabemos que estas fechas son de peligro debemos tener precaución».

La hora del consumo religioso: comercialicemos con la fe

De la Novena Poniente hasta la Cuarta Poniente, decenas de puestos comerciales y de alimentos se instalan en la principal avenida para aprovechar la derrama económica que la celebración a la «Morenita del Tepeyac» deja: abundan los puestos de churros, papas y plátanos fritos; sobresalen los juegos de canicas y tiro al blanco; pasa inadvertido el único puesto de discos «piratas»; los lentes clonados tienen descuento; y las imágenes religiosas llenas de luces azules y rosas, recubiertas con brillos, no hacen más que asegurar nuestro mal gusto por lo alegórico y patriótico.
El atrio de la Parroquia Guadalupana se ve dividido en dos por una valla humana que muestra el camino de los peregrinos, de un lado están los fieles entregados a la misa y del otro al capitalismo eclesiástico, estos aprovechan para vender aguas y antojitos, instauran un comedor, cambian los billetes reales por papeles de valor alimentario, alimentarse se vuelve incomodo ante el apachurramiento múltiple, el oído voyerista escucha: «Mamá, crees que si Jesús viniera y viera que están vendiendo en su templo, los corra a latigazos como en la biblia».

Iglesia de Guadalupe, 10:30 de la noche

Según Octavio Paz el catolicismo mexicano se concentra en el culto a la virgen de Guadalupe «se trata de una virgen india quien tuvo su aparición en una colina que servía como santuario a Tonanzin «nuestra madre», diosa de la fertilidad de los aztecas… su aparición representa el fin de un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divino».
La misa comienza con una introducción elocuente sobre la aparición de la Virgen «nuestra madre es realidad humana e indígena» dice la litúrgica, la vestimenta de los sacerdotes lo estandariza, los feligreses y peregrinos lo confirman.
Inició 30 minutos antes debido a las múltiples interrupciones de las peregrinaciones, se contabilizaron nueve, seis de grupos con Parachicos, una con mariachi y dos de enorme envergadura; el olor humano era contrarrestado con los inciensos y las enormes paredes de rosas que se mantenían a los lados de la virgen. Aplausos y cánticos engalanaron la misa.
Llegada la hora de la coronación y Las Mañanitas, dos minutos después de la media noche, la trascendencia mediática cobró fruto, miles de celulares captaban como la virgen era vanagloriada y adornada con la corona amarilla, todos cantaban y gritaban ¡viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva!.

El «after»

Después de Las Mañanitas oficiales cientos de peregrinaciones llegan a re-cantar, con mariachi, grupos estudiantinos o simplemente con guitarras. Afuera las multitudes siguen consumiendo y la zona norte del Parque de la Marimba vive una fiesta incomparable, cientos de peregrinos, a pesar del agotamiento, bailan y cantan.
Sin duda Marx tenía razón cuando dijo que «la religión es el opio del pueblo» ya que un estudio reciente publicado en la revista Social Neuroscience y llevado a cabo por un equipo de la Universidad de Utah, en Salt Lake City, Estados Unidos, encontró que tener sexo, drogarse, escuchar música y rezar son actividades que estimulan la misma zona del cerebro.

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