La primera diputada federal chiapaneca que fue detective y periodista

El reconocimiento a las primeras mujeres que participaron en la política ayuda a que más mujeres se involucren en este oficio

Sandra de los Santos / Aquínoticias

El colectivo «Florinda Lazos León» pidió, hace unos días, al Congreso del Estado que hiciera efectivo el decreto, que se aprobó en la legislatura pasada para que el nombre de la pionera feminista y primera legisladora en Chiapas estuviera en el muro de honor del Poder Legislativo. La petición aún no ha recibido respuesta.

Debido a que la participación política es un asunto público y las mujeres han estado invisibilizadas en ese espacio, su intervención ha sido menor a lo largo de la historia en comparación con los hombres.

La historia de Chiapas se ha movido de manera interesante en cuanto a la participación política de las mujeres, si bien, la entidad fue el segundo estado en la república en reconocer el derecho al voto en 1925, y pronto llegó Florinda Lazos a ocupar una curul, el número de diputadas locales a lo largo de la historia es muy limitado en comparación de los hombres.

A la Cámara de Diputados fue también una chiapaneca una de las primeras cuatro legisladoras en llegar a ocupar un espacio después que se reconoció el derecho al voto en 1953.

Pero, si Florinda Lazos León es poco conocida y reconocida, aún más olvidada está Marcelina Galindo Arce originaria del municipio de Pichucalco y quien llegó como representante popular por Chiapas a la Cámara de Diputados en 1955.

Al igual que Florinda Lazos, Marcelina Galindo fue periodista y maestra, algo tienen estos oficios que hacen que las mujeres entren de alguna forma a la participación política.

La primera diputada federal chiapaneca como dato curioso también fue detective antes de ser legisladora, pero fue un trabajo que ejerció por poco tiempo.

De acuerdo a documentación realizada por el Museo de la Mujer, Marcelina Galindo fue la primera mujer en entrar al Colegio Electoral.  Nació el 30 de noviembre de 1920 en la población de Pichucalco, Chiapas. A los 18 años de edad egresó de la Escuela Normal Rural «Dolores Correa Zapata» e ingresó como profesora de la Normal del Maestro Tabasqueño. Se trasladó a la Ciudad de México a los 26 años e inició su carrera como periodista en el semanario «Mañana». En 1949 fundó, al lado de Regino Hernández Llergo, la revista «Impacto», de la que llegó a ser jefa de Información y a la que renunció al asumir la candidatura para diputada federal. En 1958 creó la revista «Mujeres», la cual fue editada durante 24 años.

Fue integrante  de la XLIII Legislatura (1955- 1958) por el estado de Chiapas. Fue la primera mexicana que tuvo acceso al Colegio Electoral y fue senadora suplente, antes que ninguna mexicana pudiera ocupar una curul en la Cámara Alta; posteriormente fue titular de 1958 a 1964. En su labor legislativa se dedicó a luchar por los derechos de las comunidades indígenas del sureste de México, muchos años antes de que fueran tema de la agenda política.

¿Por qué es importante hablar de estas mujeres, de que se les conozca y se les reconozca? Las experiencias que tienen las mujeres  en el ejercicio de sus cargos  deben ser conocidas y estudiadas, porque esas intervenciones, sin duda, han sido desiguales.

La situación en la que las mujeres arriban a la política es diferente que los hombres, quienes históricamente han estado en el espacio público. Las mujeres entran en un terreno que les es desconocido y está saturado de reglas patriarcales. Cada una significa y resignifica ese espacio, crea sus propias estrategias de sobrevivencia.

Los derechos políticos fue la primera bandera del movimiento feminista y a 200 años del inicio de este movimiento y a pesar del avance que se han logrado en diferentes aspectos, esta demanda  sigue siendo una de las principales.

No podemos hablar de una transformación social y la resolución de problemáticas sin la participación activa de quienes están involucrados en él. Es imposible intentar desarrollar políticas públicas o acciones que ayuden al incremento de la participación política de las mujeres sin considerar sus experiencias sería un contrasentido.

Que sean reconocidas estas mujeres que fueron pioneras ayuda a que otras sepan que hay un camino, aunque accidentado, posible, a que existan referentes y que se ponga en la mesa el tema de la participación política de las mujeres en el país en su amplio sentido.

Ojalá que los muros de honor que veamos ya no estén plagados de nombres de hombres como que si fueran los únicos que hubieran escrito la historia de este país. Ojalá que las mujeres que llegan a los espacios de representación popular dejen la escalera puesta para que más puedan subir. Que los nombres de las mujeres que han hecho patria también se conozcan.

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